Cultura

Gigantes gaseosos en la bóveda celeste

Cuando los primeros seres humanos levantaron la vista hacia el firmamento iniciaron las primeras interrogantes acerca de los objetos que observaban por la noche, y llamaron errantes a los puntos luminosos que se movían entre otros que aparentemente estaban fijos en la bóveda celeste. Los conocemos ahora como planetas, y precisamente en este mes de septiembre, al ocultarse el Sol, en el cielo este antes del cenit (el punto más alto de un observador), contemplaremos dos puntos muy luminosos con respecto a las estrellas que se pueden observar a simple vista. El más luminoso es el planeta Júpiter, que se encuentra a una distancia de aproximadamente 700 millones de kilómetros, lo que a escalas del universo es una distancia muy pequeña. Podemos repetir la historia de la ciencia al dirigir nuestro telescopio hacia este gigante gaseoso (recordando que está formado principalmente de diversos gases, principalmente hidrógeno, helio y metano), y emular el momento en que el italiano Galileo Galilei apuntó su rudimentario telescopio y pudo observar al planeta y a sus cuatro satélites más grandes. Emocionado estuvo observándolo durante un largo período de la noche y, de repente, comprendió al observar el movimiento de los puntos luminosos más débiles que giraban alrededor del planeta, concluyendo que los cuerpos más pequeños giran alrededor de los más grandes.

En dirección al horizonte podemos ver al planeta Saturno, con su sistema de anillos ofreciéndonos una de las vistas planetarias más interesantes que tenemos la oportunidad de observar por el ocular. Saturno se encuentra a unos mil cuatrocientos millones de kilómetros del Sol. También Galileo fue el primero en observarlo por un telescopio, pero debido a la posición de sus anillos en esa época, no pudo definirlos como tales y no comprendió lo que estaba observando, confundiéndolos con dos grandes lunas. Tanto en Júpiter como en Saturno, la óptica de los telescopios de aficionado de la actualidad nos permite distinguir en su superficie las grandes bandas ecuatoriales de las formaciones nubosas de sus tormentosas atmósferas, así como la gran mancha roja, un gigantesco huracán más grande que nuestro planeta Tierra, que se ha mantenido desde su descubrimiento.

Aprovechemos los días despejados al anochecer para disfrutar del espectáculo que nos ofrecen estos dos gigantes gaseosos de nuestro sistema solar, y ver su recorrido a través de las estrellas con el transcurrir de los días.

Gerardo Rizo

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