Política

¡Tantísimos traidores… !

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El tiempo de la política es corto, hay que producir noticias todos los días: lo que sea, cualquier cosa que pueda ir en los titulares de un periódico o en un noticiero de televisión. Y van mezclados asuntos graves, triviales y ridículos, y se olvidan todos al día siguiente: un candidato a algo llega a un mitin metido en un ataúd, mueren 26 personas en un accidente que pudo evitarse, un señor desayuna tlayudas, los libros de texto se improvisaron en dos semanas, el secretario va al trabajo en bicicleta. En una semana nadie se acuerda de las promesas, las amenazas, las injurias, y da lo mismo. Todo resulta igual de irrelevante.

Tocó hace unos días a la Secretaría de Relaciones Exteriores, con una protesta diplomática pueril, ruidosa y vacía, que se presentó con la esperanza de que los gringos también se olviden. De todos modos, la nota tiene interés como indicador. Es un texto pomposo y evasivo, de cortesía ostensiblemente hipócrita, como un estudiante de secundaria se imagina que son los textos diplomáticos. Lo más significativo es el empleo caótico de las preposiciones, esas pequeñas piezas a partir de las que se articulan las frases, y en las que se nota cuando alguien evita hablar claro. Por eso hay que leer la carta tratando de entender lo que quiere decir y no dice, y lo que dice sin querer.

En correcto español, el texto proclama que el gobierno mexicano “respeta y alienta” el trabajo de la sociedad civil siempre y cuando no se critique a las autoridades. Y más: “reconocemos la lucha contra la corrupción como un elemento central” (yo tampoco entendí), salvo que eso signifique denunciar a algún miembro del gobierno. El salto a la primera persona del plural es misterioso, puede referirse al equipo del secretario, al gabinete, a los mexicanos —y tiene importancia (tendría importancia si algo la tuviese) porque ese mismo “nosotros” es el que solicita, denuncia y amenaza. El texto trata de no decir que en México sea una ofensa grave hacer oposición al gobierno, porque eso no se puede decir. Pero a la vez trata de decirlo. Y protesta sin protestar, y exige sin exigir realmente —busca el compadreo.

Algo ha cambiado cuando una nota diplomática parece editorial de un periódico militante, cuando se escribe a la embajada de Estados Unidos como si fuese la oficialía de partes de una dependencia pública. Significa que se ha renunciado incluso a imaginar una política exterior, y nadie se avergüenza de ello: los principios, la soberanía, la no intervención, son utilería de un teatro de marionetas, una nada de colores para repartir falsos trancazos a falsos monstruos.

Se ha dicho que la nota fue para tender una cortina de humo. Podría ser. Pero es igual de interesante lo que revela. Y por cierto, hay que agradecer que el incidente haya servido para desleír definitivamente la idea de la traición. En otro tiempo, la frase “traición a la patria” tenía una sonoridad terrible, evocaba fusilamientos. Actualmente hay ya tantos cientos, miles de acusados de traición que siguen su vida tranquilamente, que no hay manera de tomárselo en serio (es así: jugamos a que yo era la patria y tú un traidor). Afortunadamente.

Fernando Escalante Gonzalbo

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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