El fin del sueño y, para muchas personas, el inicio de la pesadilla: un regreso con más fuerza, que nunca se fueron del todo, de la xenofobia, el racismo y la intolerancia, ahora comandada desde el poder político, volviéndose peligroso discurso de normalización. Un país de migrantes que empieza justamente a despreciarlos, culpando a medio mundo sin hacerse cargo de la descomposición interna; sin embargo, múltiples voces resisten, desde las institucionales hasta las personales: organizaciones de la sociedad civil, colectivos y grupos de apoyo, artistas, científicos, deportistas, políticos —cada vez menos— y ciudadanos de a pie que quieren otro país, no el que se está desdibujando con pérdida de libertades y ataque a los derechos humanos. Con el título prestado de la clásica película de Denys Arcand de 1986, una breve mirada por cuatro cintas recientes que retratan la decadencia desde diferentes y puntuales perspectivas.
El brillante realizador Paul Thomas Anderson vuelve a recurrir, tras Vicio propio (2014), al escritor de culto donde los haya, Thomas Pynchon, para retomar la premisa de Vineland (1990), que juega magistralmente desde el absurdo en tiempos de Ronald Reagan con visitas a los revolucionarios años sesenta, para construir la intensa y cáustica Una batalla tras otra (EU, 2025), intercambiando pasajes y personajes pero sosteniendo una estructura narrativa versátil que viaja por carreteras de thriller, drama familiar, sátira política y crítica social cargada de humor negro y actualizada a los tiempos que corren, como se muestra con la presencia de campos de refugiados e inmigrantes protegidos por el sensei siempre oportuno (Benicio del Toro, elusivo).
La farsa, estructurada en dos momentos separados por 16 años, alcanza al extraviado revolucionario (Dicaprio), dedicado a proteger a su hija (Chase Infinity, aguerrida) tras la partida de su madre (Teyana Taylor), y al militar criminal con necesidad de pertenencia (Sean Penn, hierático), entre persecuciones inacabadas, conventos orientados al activismo, grupos revolucionarios con nombre de cocktail (French 75), siniestras asociaciones racistas de normalidad apabullante, alguna academia de karate y pueblos empolvados en los que sólo queda resistir el fin del sueño, mientras que la música omnipresente de Jonny Greenwood acompaña las secuencias de escape, pérdida y reencuentro, librando desafíos que transitan del tono disparatado a la tesitura explosiva, fotografiadas con amplitud y frenesí contrastante. Con todo, hay capacidad de perdón hacia la errática generación anterior y disposición para reconstruir el mundo. De las grandes películas del año.
En Eddington (EU-RU-Finlandia, 2025), su cuarta película, Ari Aster cocina a fuego lento y amplía su paleta de horror paranoico y comunal, ahora con elementos de western pandémico, sumergiéndose en un polvoso condado de Nuevo México en el que un alcalde (Pedro Pascal) se quiere reelegir pero el sheriff (Joaquin Phoenix, de amplísimo registro), quien transita por un arco moral y emocional angustiante y condenatorio, también se apunta para el puesto, prolongando una historia personal de conflictos entre sí, incluyendo ahora el uso cubrebocas. El enfrentamiento acaba siendo casi el pretexto para adentrarse en un contexto de conspiraciones, fake news, racismo, terrorismo, charlatanería pseudo religiosa y todo lo que confluye en un infierno grande, justo con la aparición del COVID y del Black Lives Matters, contribuyendo al desquiciamiento desde la propia casa del protagonista con su esposa y suegra (Emma Stone y Deirdre O’Connell), pasando por el vagabundo y terminando con las marchas de jóvenes blancos privilegiados renegando de sí mismos.
En La Orden (EU-RU-Canadá, 2024) se recupera The Silent Brotherhood (Flynn y Gerhardt, 1989), texto que documenta el surgimiento y acciones en los años ochenta de una rama de un grupo supremacista ario que creía en la violencia directa, a diferencia de otros miembros, quienes consideraban más importante ir ganando posiciones políticas. Con dinámica dirección del australiano Justin Kurzel, quien ha abordado este tipo de casos en Nitram (2021) y Los asesinos de Snowtown (2011), y guion justo de, seguimos las pesquisas de un agente del FBI encargado del caso (Jude Law, atribulado) para atrapar a este grupo vuelto asaltabancos en el noroeste del Pacífico para financiar sus propósitos de limpieza étnica, liderado por un racista desquiciado (Nicholas Hoult, enajenado). Los diarios de Turner (Pierce, 1978), la novela de adoctrinamiento nazi que usaban estos grupúsculos, era llevada por algunos miembros llevaban en el asalto al Capitolio en el 2021.
Por su parte, Francis Lawrence, en consonancia con Los juegos del hambre (En llamas, 2012; Sinsajo, 2014/2015; Balada de pájaros cantores y serpientes, 2023), llevó al cine con buen paso y ojo crítico Camina o muere (The Long Walk, EU, 2025), basada en la novela de Stephen King, acá firmando como Richard Bachman, en la que un grupo de adolescentes participa en una caminata, convertida en espectáculo nacional, cuyo propósito es avanzar hasta que sólo quede uno con vida, siguiendo reglas que implican no aminorar demasiado el paso, mientras son vigilados por soldados que matan a quienes no cumplan con lo estipulado. Pareciera que se trata de una caminata sin sentido en un país que no va a ninguna parte, gobernado por un régimen militar totalitario, si bien los participantes tienen sus motivos para arriesgar su vida, sólo importante para su nación como carne de cañón: el filme se sostiene por las interpretaciones, el desarrollo de personajes, las interacciones y los vínculos que establecen entre sí.