Política

Activista o Presidente

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Al presidente López Obrador se le da muy bien el activismo político. Es un caso singular de persistencia. Luchó muchos años para llegar a la Presidencia y sigue en ese empeño a pesar de haber logrado su cometido. Su determinación le ha valido que la mayoría de los mexicanos le apoyen a pesar de su reticencia de asumir su responsabilidad como presidente de todos los mexicanos. Persistir en su activismo le ha permitido que el respaldo popular corra por cuerda aparte del desempeño del gobierno. Un Presidente reprobado, un activista apoyado.

Desdeñar su responsabilidad presidencial fue evidente en la celebración del miércoles 1 de diciembre en el Zócalo de la ciudad. Al igual que en sus incursiones diarias matutinas, se presentó como un activista en su arenga a los suyos. La forma, el contenido y el evento mismo son propios del luchador social que insiste en personificar.

El júbilo del convocante por el encuentro con su pueblo era evidente. Su gozo, auténtico. La realidad, a modo del anhelo de su causa. No importan los resultados del gobierno. No hay otra verdad que la suya. La fiesta no alcanza para la autocrítica o para aludir al atraso de logros. Mejor proseguir en las intenciones, en los propósitos que mueven la causa.

Desde luego no todas son malas cuentas. Allí está la política salarial, producto del acuerdo entre trabajadores, empresarios y gobierno; justo la negación de la polarización en curso. También son para presumir las buenas cuentas de la recaudación, resultado de la firmeza de su titular Raquel Buenrostro. Adquieren relevancia los logros recientes en política exterior; importante que el vecino del norte hubiera aceptado el programa Sembrando Vida, a pesar de las deficiencias e insuficiencias del proyecto. Es para destacarse el logro de la democracia sindical, viejo anhelo de la izquierda sindicalista.

El Presidente confía en exceso en el cambio de las conciencias. Debiera hacerlo más en los cambios institucionales, casi todos ellos concretados por la habilidad de Ricardo Monreal, la cenicienta de la fiesta. Por cierto, ausente, porque su tarea era concretar la propuesta presidencial de hacer de Victoria Rodríguez Ceja, gobernadora del Banco de México. Un lugar destacado para la favorita Claudia Sheinbaum, otro, no tanto, para Marcelo Ebrard. Monreal en lo suyo, cumpliendo con lo que de él se espera y mucho se le regatea.

El tiempo se impone. Se afirma que se han sentado las bases para la transformación. Esto es más anhelo que realidad. El acuerdo inconstitucional para hacer de las obras insignia tema de interés público y seguridad nacional es ardid de la desesperación por no concluir en tiempo lo proyectado. De la misma manera que la contrarreforma eléctrica es un comprometedor intento de echar el reloj atrás, muy atrás, para dar a la empresa del gobierno la viabilidad financiera a partir de su control del mercado eléctrico. Faltan dos proyectos más ya anunciados: la militarización plena de la Guardia Nacional y acabar con el INE. ¿Los acompañará el PRI de Alejandro Moreno y Rubén Moreira?

Federico Berrueto 

@berrueto

fberrueto@gmail.com

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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