Este domingo se llevará a cabo el Informe presidencial, hito que marca un corte de caja del primer año de gobierno del Presidente. A juzgar por los mensajes pasados de Andrés Manuel López Obrador, en su mensaje escucharemos una repetición de datos y frases poco distintas a las usuales.
Sus ataques, sus cifras, sus expresiones, ésos ya los conoce bien la mayoría de los mexicanos: el Presidente tiene una conferencia de prensa matutina diaria y nunca falta el evento secundario en el que el discurso se repite. En ellos el mensaje es casi siempre el mismo.
Eso sí, sus declaraciones se recogen, incluso hasta las más nimias, y se convierten en nota.
A pesar de que gasta mucho menos dinero que Enrique Peña Nieto en publicidad, su presencia en medios y en la conversación diaria es mucho mayor: es común ver más de una nota alusiva a él en las primeras planas, o a la reacción que generó uno de sus dichos. En las charlas el Presidente es parte central: “¿Ya viste lo que dijo hoy?”, es pregunta constante.
En su ensayo Trump’s Tax on the National Psyche (“El impuesto de Trump en la psique nacional”), publicado en The New Republic, el periodista Matt Ford habla del efecto que produce en los estadunidenses el hecho de que se hable de Donald Trump a todas horas y en todos lugares. El tiempo que pierden los ciudadanos —un impuesto— al preocuparse por sus tuits o sus fantasías, como la supuesta compra de Groenlandia. Ford sostiene que Trump entiende perfectamente lo que hace: sus actos y sus dichos están enfocados en mantener los reflectores sobre sí mismo. Conoce cómo funciona la prensa y lo que le interesa.
AMLO no es Trump, eso debe repetirse. Pero el efecto que produce es similar y él lo sabe. Por eso día con día machaca el mensaje antiprensa y el mensaje antidatos. Comprende que tiene que dar algo de qué hablar para que el ciclo noticioso siga girando en torno a él y su agenda. Lo que diga, mientras sea polémico, reverberará en conversaciones y medios. Ocupará todas las esferas.
Por eso vale la pena retomar la sugerencia de Ford: hacer menos caso al Presidente y romper con el círculo vicioso. Detenerse a reflexionar si es necesario escuchar todo lo que él piensa que tiene que decir.
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