Política

Desaparecer

Se trata de un verbo terrible. Palabra cuyo significado trascendió su definición y que en el contexto bárbaro que vivimos puede ser sinónimo de pesadilla infinita.

Desaparecer se convirtió en una de las preocupaciones de quienes viajan, de quienes corren la suerte de estar “en el momento y la circunstancia equivocada”, de quien poseía algo valioso para los criminales, de quien sabe demasiado. Se convirtió en el absurdo, puesto que ninguna categoría explica por qué alguien desaparece.

Desaparecer se transformó también en un peligro cotidiano. En una amenaza creíble, incluso cuando no se tienen méritos para ello, pues, se puede desaparecer mientras se viajaba, mientras usaba el transporte, regresando de la escuela. Desaparecer es, lastimosamente, una posibilidad que está siempre al alcance.

Desaparecer es además un signo de condena. Es el dolor que se renueva, es el dolor sin fecha de caducidad, el que se revive en cada búsqueda, en cada noticia, en cada hallazgo tétrico, es esa dolorosa esperanza de quienes escarban cerros, recorren morges, indagan sin recursos y se entregan al rezo, a la esperanza y a la obstinación de la memoria.

Desaparecer en Jalisco es algo que dejó hace tiempo de ser remoto. Atravesada nuestra entidad, por las luchas territoriales de poderososo cárteles que han rebasado la justicia y disminuido el poder del Estado, se convirtió en una tierra de familias dolientes.

Los datos que no cesan nos colocan como líder nacional en desapariciones, mientras que la otra cara de la moneda es la de un Instituto de Ciencias Forenses sin oportunidad de reaccionar.

Es urgente que nos pongamos en serio a dimensionar el problema y a responderlo a la altura de su complejidad. Es inaceptable que frente a este fenómeno macabro sigamos enfrentando con aspirinas lo que requiere una cirugía mayor.

Para datos alarmantes bastará con saber la cantidad de personas sin identificar que se encuentran en la morgue, recordar el episodio de los tráileres de la muerte, entender que por cada ministerio público hay más de 600 personas desaparecidas, saber que no tenemos una infraestructura tecnológica y de inteligencia para la búsqueda, que el tamaño del problema hace francamente imposible el seguimiento social de los casos y que no parece haber una ruta clara para solucionarlo.

Vienen los tiempos de convertir la política pública en números, de definir prioridades, de tomar al toro por los cuernos. Ojalá se tenga la sensibilidad de crecer las capacidades del Estado para enfrentar esta crisis que pone en entredicho nuestro entendimiento civilizatorio.

Ojalá, sobre todo, se escuche a quienes buscan, a quienes se obstinan, a quienes siguen esperando ver el rostro amado. Ojalá pronto logremos desaparecer esa maldita palabra y que signifique el recuerdo de una época negra y no esta realidad de horror que hemos permitido se construya a nuestro alredededor.

Ernesto Gutiérrez


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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