Política

Sheinbaum y la moderación

Enrique Toussaint
Enrique Toussaint

La Real Academia Española define moderación como cordura, sensatez, templanza en las palabras o acciones. A mi me gusta pensar en la moderación como una actitud frente a la vida y, por supuesto, frente a la política. Un moderado no es quien tiene convicciones más endebles. O quien cambia de postura como cambia de zapatos. Un moderado es quien cree que el otro, quien no piensa como él, puede tener razón. Un moderado es quien entra al campo de batalla de las ideas con una defensa innegable de sus posiciones, pero siempre abierto a escuchar. Por ello, la democracia necesita de moderados. No de timoratos, sino de perfiles que hagan de la moderación una forma de aproximarse a las diferencias.

Existe una parte de la opinión pública que percibe en Claudia Sheinbaum a un perfil más moderado que el presidente Andrés Manuel López Obrador. El razonamiento va desde la idea de que es científica hasta su relación de amor con los medios de comunicación o los perfiles de su gabinete. Notan en Sheinbaum menos beligerancia y más contención. Pueden tener razón, pero eso se escribía de López Obrador hace seis años.

Aquellos años hablábamos de un gabinete con personas calificadas e incluso independientes. Recuerde usted a Germán Martínez en el IMSS, a Carlos Urzúa en la Hacienda Pública, Olga Sánchez en Gobernación, Esteban Moctezuma en Educación o Graciela Márquez en Economía. Un sexenio después podemos afirmar que la apuesta por perfiles e independientes moderados fue más una trampa que una realidad. Ninguno de esos perfiles pudo evitar los desfiguros del sexenio desde la desaparición de decenas de instituciones, la ideologización extrema de la educación pública, el colapso del sistema de salud, la polarización desatada desde Palacio Nacional o la estrategia militarista fracasada. O la cancelación de Texcoco. El gabinete fue de floreros y quien quiso dejar esa condición… tuvo que hacer maletas.

El gabinete será símbolo de moderación sí y sólo sí vuelve a tener un peso en la gobernación del país. En abstracto, nombres como Juan Ramón de la Fuente o Alicia Bárcenas pueden ser relevantes, pero si se gobierna como López Obrador, pasarán a ser meros operadores del capricho presidencial. La lógica de que importa más el encargo que el cargo diluyó la relevancia del gabinete. La mañanera es y fue el centro de la toma y ejecución de las decisiones presidenciales.

La moderación supone partir -también- de un hecho numérico innegable: Sheinbaum ganó y arrasó, pero Morena y satélites recibieron el 54% de los votos para el Congreso. Casi una mitad de los mexicanos (46%) votó por opciones que se asumían de oposición. Moderación es entender que no hay ningún mandato democrático para arrasar con el Poder Judicial, borrar a la oposición y concentrar el poder.

Por ello, la moderación es también volver a la política. López Obrador equiparaba negociación política con erosión de la investidura presidencial. Dice que odiaba las monarquías, pero se porta como tal. Nunca fue capaz de abrir frentes de diálogo con la oposición. Moderación para Sheinbaum sería sentarse con la oposición y acordar los términos de la Reforma al Poder Judicial. Una reforma de este calado debería salir con un porcentaje amplísimo de apoyo. Recordemos en 2003. El PRI y el PAN decidieron renovar el Consejo General del INE sin tomar en cuenta al PRD. Y la elección de 2006 devino en la crisis política más profunda de la historia del país. López Obrador no aceptó su derrota y el resto de los partidos le habían dado argumentos al repartirse cínicamente el INE. Una reforma como la que plantea Morena puede ser impuesta a golpes y porrazos, pero es posible que si mañana cambian las correlaciones de fuerza…la reforma muera. El sexenio de Peña Nieto es una oda a las reformas aprobadas con bombo y platillo, pero que no duraron ni un sexenio. Llegó otro Gobierno, y otras mayorías, y fueron papel mojado.

La moderación está en el lenguaje, también. López Obrador hizo del lenguaje presidencial un instrumento de agitación permanente. López Obrador quería a su “movimiento” en pie de lucha constante. El enemigo está ahí afuera. Llegó al extremo de inventarse golpes de estado que sólo estaban en su cabeza. En ese sentido, hay algo de más contención en Sheinbaum. Sin embargo, en distintas ocasiones ha sacado a pasear sus tintes autoritarios como aquella vez que dijo que las elecciones eran un trámite o que no aceptaría los resultados si no ganaba.

No es extraño el enamoramiento actual entre la opinión publicada y Claudia Sheinbaum. Necesita tiempo para procesar sus decisiones y comenzar a tomar los hilos del poder federal. No obstante, no confundamos peras con manzanas. La moderación no es algo que se compra en el súper. López Obrador fue muy moderado con los mercados económicos y con Donald Trump, pero fue tremendamente autoritario con cualquiera que osara criticarlo. La moderación se muestra en la política y en la apertura democrática. En la capacidad de asimilar la crítica y dialogar con quien piensa distinto. De eso, Claudia Sheinbaum no ha mostrado nada hasta la fecha.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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