Las elecciones de 2024 en México se perfilan como un escenario complejo y desafiante, donde la ausencia de políticos de cepa amenaza con influir significativamente en el proceso electoral. La ausencia de liderazgos emanados de la sociedad y luego respaldados en un instituto políticos no es un fenómeno reciente; sin embargo, ha evolucionado y hoy parece que todos han enmudecido frente a los oligarcas grupos que controlan los partidos, y con ellos solo defienden los intereses de unos cuantos.
En las últimas décadas, el panorama político global ha sido testigo de una marcada transformación, caracterizada por la pérdida gradual de ideologías partidistas definidas y la emergencia de liderazgos volátiles.
Esta dinámica se ha vuelto particularmente palpable en el proceso de selección de candidatos por parte de los partidos políticos, donde la ausencia de recursos intelectuales y la falta de un proyecto municipal, estatal o de nación suficientemente claro se han convertido en la norma, más que en la excepción.
La falta de liderazgos fuertes en los partidos políticos no es un fenómeno aislado, sino el resultado de una serie de cambios socio-políticos y culturales que han ido diluyendo las líneas ideológicas que antes definían claramente a las distintas corrientes políticas. El camaleonismo de grupos que abiertamente cambian de color e identidad como quien cambia de ropa.
Las redes sociales y el creciente escepticismo hacia las instituciones tradicionales han contribuido a un escenario donde los liderazgos mal llamados influencers emergen más por su capacidad de generar contenido viral que por una sólida base ideológica o un proyecto de nación coherente.
Esta tendencia ha llevado a una homogenización de las propuestas políticas, donde los candidatos se diferencian más por su personalidad o su capacidad de manejar la opinión pública que por sus plataformas políticas. Nuevo León ha sido cuna de los cambios estructurales en los órganos de Gobierno; hemos sido rojos, azules, morados, naranjas, en pro de la democracia y de la ciudadanización. Sin embargo, como consecuencia de esta tendencia, el electorado se encuentra cada vez más desencantado y desconectado de los procesos políticos, percibiendo una falta de opciones auténticas que realmente representen sus intereses y visiones de futuro.
Año tras año, elección tras elección, señalan ausencia de recursos intelectuales y de una ideología partidista definida que tiene profundas implicancias para la democracia. Sin un debate ideológico rico y constructivo, la política se reduce a una competencia de popularidad, donde el cortoplacismo y el populismo ganan terreno.
Esta dinámica empobrece el discurso público y limita la capacidad de los gobiernos para implementar políticas de largo plazo, ¿dónde quedan los Maquío, los Heberto Castillo, los Calles, Rizo y compañía? Es decir, ¿dónde están los políticos de cepa?
Durante años hemos llevado a la narrativa de la democracia que la ciudadanía informada y crítica, capaz de comprender y participar activamente en los procesos políticos, desarrollaría un pensamiento crítico que permitiría a los ciudadanos discernir entre diferentes propuestas políticas. Hoy ni propuestas, ni ciudadanos informados, ni cuna de la democracia moderna nos cobija en Nuevo León.
Democratización interna de los partidos es indispensable, les urge abrirse a procesos de selección transparentes.
El demonio sabe que tiene poco tiempo, dicta el Apocalipsis; enfrentamos sin lugar a dudas ausencia de liderazgos y de proyectos de nación claros, aunado a la de valores de los dueños de los partidos, que hoy reclaman planillas completas para ayuntamientos, cuando antes se decían libres e independientes.
¿Cómo podemos esperar que aquellos que no respetan los principios más básicos de la ética respeten a los electores?
Los de a pie seguiremos trabajando para que lo que queda de esperanza se mantenga y el electorado decida.