Cultura

Carta para Sebastián Galindo # 2

  • Ahora que me acuerdo
  • Carta para Sebastián Galindo # 2
  • Emiliano Páramo

Querido Sebastián, hace unos días me enteré por casualidad, que los señores del grupo Magneto tendrán un "reencuentro"; esto carecería de importancia, de no ser porque en Sahagún hay una señora a la que le gustan sus canciones, y porque a través de ella, sin que a mí me gustaran, el dato me trajo de golpe el recuerdo de los años complicados de mi adolescencia, cuando ella se emocionaba cantándolos y yo, a kilómetros de ahí, sin conocerla, libraba batallas con otro soundtrack, pero con las mismas ansias de un himno donde la consigna fuera volar; porque debe ser magia que una señora bonita te diga: "Vuela, vuela, con tu imaginación...", y que en la imagen también aparezca ella.

Es muy probable que mi hijo, tú y otros amigos "se desgarren las vestiduras" con mis referencias musicales de esta ocasión, pero a mis años, yo he dejado de asistir con prejuicios a los privilegios de mi oído. Hoy día, lo que me importa de la música es lo que me provoca, mucho más allá de su origen; y aunque no voy a comprar el disco, si un día voy con ella a un concierto de Magneto, me encantará verla feliz, volando con los recuerdos de una edad que todavía le pertenece. Sé que nunca hablarás de estás canciones en tu página de música (https://www.facebook.com/alternalternativo/?fref=ts), pero me queda claro que más allá de los géneros y los gustos, lo que verdaderamente importa, es la forma en que la música nos salva, y la constancia de su compañía, cuando más ocupamos de su impulso para abrir las alas o para fundarlas.

Cuando le conté a mi hijo de la señora, aprendí el significado de una palabra que alguna vez te leí; él dijo que ella era mi "crush". A veces cuando los leo a ustedes, confirmo ineludible mi edad, porque mi español no tiene suficiente capital para comprender cabalmente el lenguaje de los nuevos tiempos. Seguro por lo que ahora te cuento, tú también dirás que esa señora es mi crush, yo sólo digo que me gusta saber que de vez en cuando la veré, aunque sea "de pasadita" cuando vaya al altiplano. La verdad es que ahora ya no espero nada de la gente con la que me topo, sino el placer mínimo que mis ojos y mis oídos precisan, y si a ese placer se le agrega el que ofrece una buena banda sonora, doy por bien vividos los momentos del encuentro y del recuerdo.

Mis gustos musicales, de los que poco o nada hemos charlado, tiene un abanico muy amplio donde cabe lo que tú escuchas y lo que mi abuela paladeaba; también está la música de mi pueblo y la de la sierra. El tren de mis sentidos pasa por todas las estaciones, aunque no siempre "me bajo en Atocha", pero me gustaría un día montarme en uno cargado de pulque y maíz, que pasara por Sahagún, en medio de los años de la revolución, y saludar a la señora de la que te cuento, cantándole una canción. ¿A qué suena cuando miras a alguien que te gusta? ¿Quién canta cuando tu corazón se emociona? ¿Y cuando te lo rompen? ¿Qué escuchas cuando estás sólo y miras para adentro? ¿Qué canción salva tus días? Yo tengo en mi caso, esas respuestas muy claras; sé que sin música, la vida no sería un territorio posible.

Un día, por prodigios del azar, me gané unos boletos para ver a The Rolling Stones, y el día del concierto me asomé a las alturas de los cielos, porque comprendí que lo que estos señores hacían, no era sino un milagro rodante, donde Micke Jagger oficiaba al amparo de la música de los dioses. Ese día estuve a punto de renunciar a mi oficio de cantor, porque pensé que si yo cantando no era capaz de conseguir, guardando las obvias dimensiones, lo que ellos habían provocado, no valía la pena que abriera la boca. Es claro que nunca seré un rockstar, pero siempre me afano por brindar con mi música la ocasión de la esperanza, pues eso es lo que mis cantores favoritos me han entregado; y también la señora de Sahagún que en estos días ha andado con la mirada triste, pero aún le sobrevive una sonrisa que le llena toda la cara y que suena a la música más luminosa de los ochentas, cuando ella se peinaba de copete alto y yo usaba tenis Converse y escuchaba música soñando con un día encontrarme una mujer como ella, que alimenta el espíritu mientras simplemente existe. Su rostro es una ventana cerrada, pero de cristales claros, que se asoma a mis diecisiete años, donde yo fui un anciano que cantaba boleros. Te podría contar como suena ella, pero tú sabes que el sonido de una "crush", es tan sagrado que no siempre puede nombrarse con palabras, pero te juro que suena como cuando hace frío y te traen una cobija y esa cobija son los brazos de ella. Jamädi...

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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