Con relación al desaire que propinó la ministra presidenta de la SCJN al primer mandatario, consistente en romper el protocolo al quedarse sentada cuando éste llegó al sitial en el que ella se encontraba, junto con los representantes de los grupos parlamentarios que integran el Congreso de la Unión para, encabezados por el Presidente, celebrar conmemorativamente el 106 aniversario de la Constitución, a AMLO no le quedó más que repetir las palabras del refrán del campesino al que tumbó la burra: “Que al cabo ya me iba a bajar”.
Textualmente dijo AMLO en la mañanera:
“Ayer me dio mucho gusto porque eso no se veía antes, los ministros de la Corte eran empleados del Presidente. Desde luego, en las formalidades del porfiriato se hablaba de la división y equilibrio entre los poderes, pero en la realidad el poder de los poderes era el Ejecutivo. ¿Cuándo se había visto que se quedara sentado el presidente de la Corte en un acto así? Eso me llena de orgullo, porque significa que estamos llevando a cabo cambios”.
A decir verdad, siendo que el Poder Judicial de la Federación (PJF) no es solo una “plataforma de aprendizaje”, sino también una “plataforma de defensa de intereses políticos y económicos”, por primera vez en la historia de México no ganó la candidata del primer mandatario de la nación a ocupar la presidencia de la Corte, Yasmín Esquivel Mossa. La ganadora fue la abanderada de los intereses del PRIAN y del gran capital, la ministra Norma Lucía Piña, motivo por el cual a AMLO no le quedó más que doblar las manos.
Digo que el PJF no es solo una plataforma de aprendizaje, sino también una plataforma de defensa de intereses políticos y económicos porque, respecto a lo primero, los jueces que tenemos no aprendieron la “profesión de juez” en la universidad, ni en una escuela nacional de la judicatura, como, por ejemplo, la Escuela Nacional de la Judicatura Francesa, sino en el obraje del señor juez y por boca del señor juez.
En efecto, es en el PJF donde, con base en criterios de selección informales y patrimonialistas los jueces que tenemos llegaron como meritorios, siendo estudiantes de los primeros años de la carrera de derecho. Es en el PJF donde a la luz de la cultura del machote, el meritorio aprende del escribiente, el escribiente del secretario proyectista y el secretario proyectista del juez…
A este proceso de aprendizaje empírico y medievalesco, que no es más que un sistema escalafonario, es a lo que pomposamente se le llama carrera judicial. No es sino hasta la reforma constitucional de 1994 cuando, para saltar de secretario de estudio y cuenta a juez se pide que se tome un cursillo en el Instituto de la Judicatura del PJF, hoy Escuela Federal de Formación Judicial.
Por supuesto, estas plataformas de aprendizaje, que de hecho son los órganos jurídicos de aplicación del derecho (fiel copia del modelo piramidal, cerrado y dogmático del gremialismo medieval en el que los talleres de los artesanos no solo eran plataformas de aprendizaje, sino también plataforma de defensa de intereses de los artesanos), también son, al igual que en el gremialismo medieval, plataformas de defensa de intereses económicos y políticos de los grupos que se disputan el poder económico y político en el país.
Otra semejanza de la plataforma del Poder Judicial con los talleres artesanales medievales consiste en que, en el PJF y en los poderes judiciales de los estados, también se introyecta una ideología, la ideología de los jueces: creencias, costumbres, convicciones, valores, disvalores, presuposiciones, etcétera que, salvo excepciones de juzgadores con capacidad de crítica y autocrítica–que afortunadamente los hay–, los hace creer que su función es sacerdotal, que la corrupción judicial no existe si no se prueba jurídicamente (¡pues, cómo!), y que ellos son auténticos defensores del estado de derecho, por lo que son merecedores de todos los privilegios.
Viendo así las cosas, ¿dónde está la independencia del PJF a la que se refirió la presidenta de la Corte en la celebración conmemorativa de la Constitución?
Es cierto que el PJF ya es independiente del Poder Ejecutivo, como nunca lo había sido; pero no es independiente de los poderes fácticos y los intereses del PRIAN. Seguimos sin querer ver el verdadero problema para poder contar con un Poder Judicial verdaderamente autónomo: (1) la selección y formación de jueces y el acceso a la judicatura, y (2) la creación de una escuela nacional de la judicatura que no dependa del PJF, a la que se acceda después de haberse concluido los estudios de licenciatura.
Efrén Vázquez Esquivel