El delegado federal de los denominados Programas para el Desarrollo en el estado de Hidalgo, Abraham Mendoza Zenteno, parece estar a prueba como nunca antes en su posición de coordinación política y social.
Tras dos años y medios como representante del gobierno federal en la entidad, a Mendoza se le ha visto figurar poco, pero de él se habla mucho. La razón es muy simple, en el puesto que le fue creado a los coordinadores se les dio completa potestad y margen de acción, en cada estado, al grado que se les denominó superdelegados. La reciente salida de Gabriel García Hernández de la Coordinación General de Programas para el Desarrollo, personaje en el que Abraham Mendoza se ha cobijado desde su ascenso, deja abierta la posibilidad de renovar las figuras políticas que el presidente avaló para los estados, pues no solo carecen de resultados tangibles, sino que ni para operar elecciones le funcionaron.
Desde Palacio Nacional ya se habla de cambios en las delegaciones federales de varios estados
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Desde Palacio Nacional ya se habla de cambios en las delegaciones federales de varios estados para la segunda parte del sexenio del presidente, entidades en las que entran de inicio las que tendrán elección en 2022 como Hidalgo, así como la Ciudad de México y el Edomex donde bajó la votación morenista. Quien conoce a Abraham Mendoza sabe que no es un mal hombre, pero tampoco es la figura que vino a revolucionar el trabajo en el gobierno y a cambiar la calidad de vida de la gente.
Sus decisiones al frente de los Programas para el Desarrollo han sido poco transparentes, sin acercamiento a la sociedad, con demasiada timidez para algo que se pretende sea la Cuarta Transformación. Incluso quienes lo hemos tratado sabemos que no le gusta socializar, no es afín a los medios de comunicación –conserva el mal hábito socialista del rechazo a los mass media por creer que trabajan para el poder oscuro- y por ello quizá al presidente le sirva un perfil diferente, que lo represente en todas sus expresiones. _
Eduardo González
