Hidalgo vive un momento tenso en materia de seguridad, y aunque no se encuentre ante un panorama desbordado o de claro enfrentamiento con las células delictivas del país, sí hay una situación de gravedad en varios municipios.
Los hechos ocurridos el pasado domingo 14 de mayo en Atotonilco de Tula fueron el inicio de la discusión que ha durado toda la semana respecto a la inseguridad y la presencia del crimen organizado en Hidalgo.
Sin embargo, la crisis de ingobernabilidad que lleva a la gente a estar armada, a delinquir, a permitir que ocurran todo tipo de ilícitos y actos de corrupción en sus colonias y comunidades, no es de ahora, ni de hace ocho meses, ni siquiera del gobierno anterior; se trata de un fenómeno que tiene al menos una década aquejando a los hidalguenses de la franja limítrofe con el Estado de México, tanto en la zona de Tula y Tepeji, como en la de Tizayuca y la carretera México-Pachuca.
Por la vecindad metropolitana, se trata evidentemente de casos en donde el “narcomenudeo”, el “huachicol”, el secuestro y la extorsión, tienen una mayor presencia que en otras partes de Hidalgo; las estadísticas muestran que al menos la mitad de las denuncias que cada año contabiliza la Procuraduría, proviene de dichas áreas metropolitanas, además de la capital Pachuca, donde recae todo el peso político de la inseguridad.
El gobernador Julio Menchaca tiene claro el panorama para actuar en contra de los grupos delincuenciales; incluso cuenta como nunca un gobierno antes, con el apoyo de las fuerzas armadas y de la presidencia de México, para poder dar un giro en la política de seguridad. Un punto de partida son los municipios, cuyas corporaciones son las más vulnerables ante la fuerza de fuego del crimen organizado, quienes aprovechan que hay pocos agentes en zonas como Atotonilco de Tula, en Tepeji del Río, la propia Tula de Allende, para ingresar y operar a sus anchas. Las formas en las que se ha adentrado la delincuencia en las colonias y fraccionamientos, hablan también de la falta de recuperación del tejido social y del aumento en la marginación y pobreza, así como las pocas oportunidades para que se mejore la calidad de vida de los hidalguenses que habitan en dichas partes.