Como en todo proceso histórico de la política en México, el cambio llega precedido de una intención para alcanzar objetivos a corto, mediano y largo plazo, principalmente fijados por quienes son los tomadores de decisiones en el país.
A casi dos meses de lo ocurrido en la elección presidencial del 2 de junio, en lugar de estar celebrando o conmemorando lo que representa la llegada al poder de la primera mujer presidenta, se está viviendo un tiempo de presunta o supuesta continuidad, que no es más que el periodo de transición más surreal de todos los tiempos.
¿Quién se hubiera imaginado a presidente saliente y presidenta entrante juntos recorriendo los estados?, ahora ¿cómo será el 15 de septiembre en el Zócalo capitalino?, ¿tendremos a dos mandatarios desde el balcón dando las arengas?
Todo es parte de una estrategia o es simplemente el curso de la realidad en esta actualidad donde se nos dice que estamos en el país que siempre soñamos o soñaron.
Es la democracia en los tiempos de la continuidad, en donde solo están los que se subieron desde antes al barco, mujeres y niños primero es una utopía irracional.
Sin embargo, dentro de todo el análisis de la transición destacan las cifras, los números, siempre fríos, que nos revelan en dónde estamos parados.
En Hidalgo, 770 mil 648 personas son beneficiarias de los programas sociales del gobierno de México, informó ayer Carlos Torres Rosas, coordinador general de programas para el Bienestar y secretario técnico de la presidencia de México.
Dicho conglomerado de beneficiarios es muy similar o cercano al voto duro con el que cuenta Morena en el estado, por lo que cuadran perfectamente los presagios políticos de la asociación entrega de apoyos, igual a voto en las urnas.
Justo o no, necesario o no, sea como sea, es la realidad actual y quien no se ajuste o se actualice a dichos parámetros no podrá ver las cosas desde una óptica sensata y racional.
