Contrario a lo que se piensa con el aislamiento y el encierro, el despertar de una conciencia, la formación de un pensamiento, el arraigarse a una ideología o el simple hecho de reflexionar sobre la vida, la única vida que vas a tener, según el ateísmo de las propias religiones, proviene de momentos como el de la pandemia que actualmente existe en el planeta tierra.
¿Cómo vamos a terminar después de esto?, ¿acaso somos o seremos más observadores de la realidad que nos rodea?, ¿dejaremos el egoísmo, el hedonismo?Quizá pensemos que sobrevivir al coronavirus nos vuelva más fuertes como especie, que ya habiendo resistido a la estela de muerte que nos acarició la espalda y se posó frente a nosotros con su aroma frío y solitario hemos evolucionado, pero debemos pensar bien ¿será cierto?
Hay que recordar tan solo qué pasaba antes de la pandemia, no solo días, horas, minutos antes, sino meses y años atrás. La pandemia que viene, vaticinaban ya algunos presagios funestos de revistas especializadas en ciencia y medicina. Cientos o miles de muertos por influenza H1N1 y sus derivados; contaminación, violencia, maltrato a la mujer, feminicidios, abuso infantil, y la cuenta sigue… No medimos lo que se nos venía encima y ahora pagamos las consecuencias al pensar en nuestros hogares de qué forma haremos de este un mundo mejor. El virus vino a contaminarnos, pero también parece que despertó a la humanidad del letargo en el que se encontraba, como si en verdad existiera aquella reprogramación de la que tanto hablan en los grupos conspiracionistas.
Si esto ya pasó hace varias eras, no importa, si debemos adaptarnos a una nueva normalidad fuera de todo rasgo de normalidad, tampoco interesa; lo valioso será observarnos, decantarnos en un existencialismo que pondere al humano como un ser por el que vale la pena vivir.
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