El efecto PRI y “Alito” Moreno ya impactó en los demás partidos políticos a nivel estatal, pues a todos los queda clara una cosa: los dirigentes partidistas han dejado de ser personajes influyentes ante la sociedad.
En el pasado y no muy lejano, al menos en Hidalgo y otros sitios del país como Edomex, el ganar una elección interna para ser dirigente estatal del PRI, significaba estar a la altura de una gubernatura o un cargo de relevancia nacional.
Ahora ya nadie quiere involucrarse en la vida de un partido, pues la imagen que se tiene es la de los grupos de choque, los discursos de odio, la mala reputación, entre otras acusaciones que se oyen en la “vox populi”.
Tras el derroche de poder que mostró Alejandro Moreno en el PRI, se deben evaluar a los dirigentes de los demás partidos para saber si son personas aptas y tienen la capacidad para poder respetar la voluntad de la militancia y sobre todo, estar apegados a la realidad y a los hechos que se presentan.
En Hidalgo, vuelvo a citar, el otrora partidazo, el bastión tricolor, el ejemplo de propios y extraños para idealizar el espacio perfecto dentro de una minidictadura, quedó resquebrajado desde la ruptura entre el ex gobernador Omar Fayad y el propio “Alito”, con la participación especial que hubo de la virtual senadora Carolina Viggiano.
Sin embargo, ellos no tienen todo el peso de las cosas, hay que mirar siquiera cómo están los demás partidos para darse cuenta que no es algo del PRI únicamente, es la depreciación del oficio a manos de personajes que ya no pesan, que ya no tienen esa voz acreditada y que no figuran simplemente. En el PAN, la dirigencia de Claudia Lilia Luna, en el MC Hidalgo, la de Pablo Gómez, en Nueva Alianza (con todo y que son los consentidos de Morena), Sergio Hernández; en el PVEM, donde no se sabe quién manda o ejerce la función de dirigente; en el PT que es una sucursal de la UAEH, o en el PRD que ya ni existe, de todos y contando al propio PRI, no se hace un solo grupo político de peso para hacer frente a Morena.
