Nadie absolutamente puede minimizar la problemática que produce la inseguridad y, menos aún, ignorar los agravios que la delincuencia común provoca a diario con robos y asaltos.
Pareciera que la consigna es que nos acostumbremos a la poca eficacia de los cuerpos de seguridad, de la policía, carente de elementos suficientes; pero lo más importante, sin una logística inteligente con la cual poder enfrentar a los ladrones que vigilan los movimientos de quienes están encargados de combatirlos y no al revés, eso ya es común.
Si a lo anterior añadimos la indolencia que han tenido autoridades que encabezan la Secretaría de Seguridad Pública a la hora de asignar mandos medios que ni siquiera pasan por un reclutamiento y pruebas de capacidad puesto que su comportamiento ha dejado mucho qué desear y ni hablar de su muy reducida capacidad para poner freno a delitos patrimoniales que están por las nubes en su estadística.
Hoy sin un mando definido, la seguridad en el sur de Tamaulipas navega en un mar de incertidumbre, justo cuando la dinámica económica se incrementa en la víspera del Buen Fin y, desde luego, la época decembrina que tradicionalmente, con una derrama importante, es un atractivo para la delincuencia que se importa desde otras regiones.
La problemática puede ser peor debido a que, si se designa a un relevo foráneo, su natural desconocimiento físico de la región seguirá colocando varios pasos atrás a un desorientado cuerpo policial que no encuentra la forma de prevenir la comisión de delitos y su reacción es lenta, sin resultados.
No podemos como sociedad permitir que, ante la inoperancia de nuestras autoridades, actuar en forma personal para detener a los delincuentes, lo que ya sucede con mucha frecuencia, mucha más de lo deseable.
Entiendo que al gobierno no le agrada que la comunidad les haga la chamba, aunque lo que habrían de advertir es que la situación se complicará cuando los propios ciudadanos mediante el uso de armas empiecen a detener delincuentes, claro que podría pasar.
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Hasta la próxima.
