Con garnachas, tlayudas, invitados y acarreados, hubo fandango por la ampliación del Aeropuerto Militar de Santa Lucía, hoy “internacional” Felipe Ángeles. Con esa festiva inauguración se cumplieron los dos propósitos fundamentales: primero, que “el pueblo bueno” (que no vuela) mirara y admirara por unas horas la grandeza de su Alteza Pequeñísima; segundo, con esa nueva estafa se ratificó ante el mundo quién manda en México y sobre México… al costo y con las desgracias que sean.
Claro que todos debemos desear (sí, desear) que esa obra resulte útil y rentable, pero ello no me impide hacer algunas reflexiones con base en las informaciones gubernamentales y las opiniones de técnicos en la materia.
La primera: afirmo que las autoridades engañan al decirnos que esa ampliación y su puesta en servicio implicaron una inversión de 75 mil millones de pesos. Ese será el costo de la obra hasta hoy ejecutada (aunque, según otras informaciones, el gasto se elevó a más de 130 mil millones); además, debemos sumar los miles de millones que faltan para la segunda pista ofrecida, y los miles de millones que están costando las vías de acceso, y los cien mil (o más) millones de indemnización, pagados o por pagar, a los empresarios tildados de corruptos por Tartufo para “justificar” la cancelación del de Texcoco. Por cierto, nadie ha probado tales delitos, los difamados por el bribón mañanero siguen siendo contratistas del gobierno; el costo para el erario será mayor que la inversión privada que requería Texcoco; y no se podrá disponer de las 700 hectáreas y construcciones del Benito Juárez en beneficio de esa zona tan deprimida de CdMx.
La segunda reflexión me lleva a considerar que con el aeropuerto Felipe Ángeles las autoridades “pretenden” mitigar la saturación del Benito Juárez (construido hace 92 años), pero, de la información disponible se deduce que esa mitigación será mínima, porque ambos aeropuertos tienen graves limitaciones de espacio aéreo que les impiden operaciones simultáneas en las llegadas y salidas de los aviones. Eso sí, con esa obra “insigne” de la presente administración no se satisfará la demanda aeroportuaria de los próximos años en la capital de México, por lo que es urgente construir un verdadero aeropuerto intercontinental para promover el turismo, el comercio y, en síntesis, el buen futuro de México.
Y hay algo más grave: lo peligroso de la operación conjunta de los dos aeropuertos, por su proximidad, y características aeronáuticas de la zona, deja la vida de los usuarios a la pericia de los operadores en tierra y miles de pilotos, porque el riesgo de tragedias está advertido.
Por eso, mientras no tengamos presidente sino la botarga que engaña a los tontos y espanta a los cobardes, sólo volarán seguros los Voladores de Papantla.
Diego Fernández de Cevallos