El próximo 28 de abril será el segundo encuentro de candidatos presidenciales, y las autoridades anunciaron algunos cambios en el formato. Tales modificaciones son meros chiqueadores para la enfermedad.
Nuevamente la autoridad electoral ensartará la friolera de 6 temas, todos ellos de la mayor trascendencia para el futuro de México. Ahora serán: Crecimiento económico; Empleo e inflación; Infraestructura y desarrollo; Pobreza y desigualdad; Cambio climático y desarrollo sustentable.
Ya encarrerados, pudieron haber pedido a los candidatos que también nos digan cómo proteger a la mariposa monarca y a los huevos de las tortugas; y que nos ilustren durante el tiempo restante, disertando sobre la inmortalidad del cangrejo.
Siendo menor de 2 horas la duración del “debate”, al descontar el tiempo que ocuparán los moderadores y el que requerirán los contendientes para intentar responder a las preguntas del público, es probable que a cada candidato le vayan a quedar alrededor de 15 minutos para desarrollar los 6 temas ya señalados, o sea, aproximadamente 2 minutos para exponer ante los electores cuáles serán sus propuestas para enfrentar cada uno de esos 6 grandes desafíos nacionales. Aberración mayor, es imposible. Así no se fomenta la cultura de los debates políticos, indispensables en toda democracia.
Por esa evidente pifia:
1.- Se privilegiarán los ofrecimientos voluntaristas para ilusionar y atrapar votantes, prometiéndoles lo que no podrán cumplir.
2.- Los candidatos no dispondrán de tiempo para hablar de los asuntos que consideren prioritarios; no podrán destacar los éxitos de esta administración (así sean pocos), ni referirse a la depredación cometida por este gobierno; ni reprocharse entre ellos sus personales desempeños públicos.
¿No sería mejor preguntar a cada uno cómo percibe la realidad del país y cómo pretende afrontar los grandes desafíos nacionales?
¿No sería mejor darles el mayor tiempo posible para se confronten por lo que han hecho y por lo que han dejado de hacer como funcionarios públicos, y no reducir todo a promesas seductoras?
¿Por qué hasta el tercero y último encuentro las augustas autoridades electorales permitirán que sea “cara a cara” entre candidatos? ¿Qué no está en la naturaleza de los verdaderos debates que sean cara a cara?
¿Porqué no emplear una hora para que Xóchitl y Sheinbaum hagan sus planteamientos, réplicas y contrarréplicas, que digan lo que quieran decir y decirse, y nosotros juzguemos sus talantes y capacidades?
No obstante, Xóchitl puede evitar que la próxima disputa entre candidatos vuelva a ser inútil y decepcionante.
Al mantenerse la autoridad en sus mismos yerros, debe saberse si sólo es por incompetencia, o hay también intencionalidad emboscada. Eso no lo merece México, porque el 2 de junio decidirá su futuro.