La peor violencia que puede recibir una mujer viene de otra mujer y es el pan de cada día en muchos entornos donde el género se desarrolla. Todas hemos visto ese rostro oscuro que contradice narrativas de sororidad y empatía.
Priscila Sobrevilla fue víctima de un linchamiento moral iniciado por un grupo de señoras que actuaron como un tribunal inquisidor. La juzgaron sin escucharla y parecieron disfrutar el dolor que la atravesó al ser tratada como una delincuente, cuando lo que vivió fue una injusticia.
Sus primeros verdugos fueron las mujeres que la señalaron con índice de fuego, acusándola de agredir al creador de contenido Esteban Paredes, un hombre con antecedentes de actuar de forma provocadora. Él supo aprovechar la actitud de las madres y abuelas para ensañarse con la vocera del DIF.
Resulta escalofriante la facilidad con que la policía la detuvo. Indigna que esos primeros respondientes no escucharan su versión antes de esposarla y encarcelarla. Solo creyeron en la narrativa de sus acusadoras, ignorando todo principio de equidad y debido proceso.
En Ciudad Madero, una abuelita lleva seis años esperando justicia tras ser atropellada al salir de una tienda. A pesar de que proporcionó datos del responsable, la Fiscalía no ha actuado. Y sin embargo, en el caso de Priscila se procedió en una acción relámpago.
Se le señaló, se le acusó, se le esposó, se le subió a una patrulla y se le encarceló por una acusación sin sustento y sin denuncia previa. ¿Qué sigue ahora? ¿Que Paredes también pida cárcel para quienes lo critican y defienden a Priscila?
Priscila es, sin duda, víctima de violencia institucional. Y con ella lo somos todas. La Fiscalía de Justicia y la Guardia Estatal no han dado la cara para explicar su proceder, mostrando insensibilidad ante lo que claramente fue un abuso.
Desde la Red de Mujeres Periodistas del Sur de Tamaulipas y la Red Estatal hemos condenado enérgicamente esta cruel agresión. Exigimos que las autoridades garanticen justicia, actúen con perspectiva de género y reparen el daño atroz causado a nuestra compañera.
