Política

Balaceras mañaneras

Desde hace más de 20 años Andrés Manuel López Obrador ha utilizado la palabra como su mayor arma política.

Con su persistente voz ha logrado generar simpatizantes que bloquean al igual carreteras que Paseo de la Reforma; con sus dichos ha convencido a fieles seguidores que abuchean a sus adversarios; con su discurso fue capaz de motivar a poco más de 30 millones de mexicanos a votar por él en 2018.

Si como eterno candidato opositor logró con su voz movilizar a miles de personas para lo que quisiera, ¿qué se podría esperar de su voz amplificada, potenciada y sobredimensionada ya como Presidente de México?

Su voz, sus palabras no son como las de ningún otro mexicano, sus expresiones no solo llevan la enjundia del ex candidato desafiante, del aguerrido líder opositor, sino que ahora llevan todo el peso del Estado mexicano, de las fuerzas armadas y de sus aliados abiertos o encubiertos.

Eso lo sabe López Obrador, por ello su estrategia de hablar, hablar y hablar todas las mañanas. Sabe que su voz pesa mucho para promover sus proyectos y para defenderse de las críticas, pero también la usa para atacar de manera muy dispareja, muy ventajosa, a quienes ve como enemigos.

No se le puede restar ni un gramo al tonelaje inconmensurable de la palabra presidencial. Todo lo que él diga puede ser el detonante de un gran cambio, pero también de una tragedia.

Atacar a personas con su discurso matutino no solo puede ser usado por sus fieles seguidores, sino también por quienes lo detestan, en ninguno de los dos casos los resultados son positivos, edificantes ni mucho menos “humanistas”.

No le rehúya, señor, a su responsabilidad moral por el clima de odio y linchamiento que ha provocado desde sus balaceras verbales de las mañanas.

No olvide ni tampoco quiera que se olvide que ha sido desde ese foro desde donde ha puesto de blanco a periodistas y críticos con los que no coincide y aborrece. Nadie sería “adversario oficial” de sus ocurrencias si usted no los saca al patíbulo acusándolos de traidores, de ser seres malignos.

Sus ligerezas -o perversidades- le comienzan a cobrar facturas que quiere desconocer, pero que llevarán su nombre tatuado incluso más allá de su sexenio.

Celso Mariño

Twitter: @Celso_Marino1

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