El sistema Metro de Ciudad de México es una conexión de miles de caminos y de miles de historias personales.
Avanzar por los túneles que conectan las estaciones es compartir el vaivén del vagón, la oscuridad con extraños, el vaho del calor supremo del día, la mezcla de sudores y perfume.
Intrigan las historias individuales, las historias de los usuarios: ¿a dónde van esos pasos?, ¿qué van pensando de estación en estación?
Usuarios con paso seguro pero con la mirada perdida. Y de pronto el ajetreo diario, la habitualidad de los andenes, la rapidez de las horas, lo que aflige y apremia no dan cabida a la observación del ambiente.
Los recorridos en ese camino diario lleno de empujones, tropiezos, pisadas y hasta recordatorios familiares se suaviza porque el Metro es un reducto para la lectura.
Al menos en un viaje un pasajero/ pasajera va leyendo un libro, en el celular las noticias o por lo menos los anuncios de la publicidad.
Hace algunos años hubo una campaña maravillosa sobre la lectura y en especial sobre las frases de los más renombrados escritores de nuestro país.
De manera que se podía viajar y encontrar frases del poeta Efraín Huerta y su Mansa hipérbole: “Los lunes, miércoles y viernes/ soy un indigente sexual; /lo mismo que los martes, /los jueves y los sábados. / Los domingos descanso".
Regresando al Metro y su intrincado servicio diario, también se puede decir que se trata de un mundo sobre ruedas, un aliciente para el camino tortuoso en las entrañas de la ciudad.
En las ciudades como la nuestra (Ciudad de México) el Metro o subterráneo es un ícono de la subcultura: desde Tacubaya al metro Balderas, desde Barranca del Muerto a Rosario, desde Indios Verdes hasta Ciudad Universitaria y desde la Línea 12, hay un mar de gente.
De pronto emerge de la bolsa de alguien un boleto del Metro, vestigio en papel que, en breve, se dejará de utilizar en toda la red de movilidad.
Los tradicionales boletos de cartón con una cinta magnética se ha convertido, al igual que las tarjetas, en verdaderos objetos de culto.
En el Museo del Metro, ubicado en la estación Mixcoac de la Línea 12, se puede conocer la histórica colección de 4 mil 300 boletos diferentes, los cuáles se han emitido a lo largo de la historia del sistema que inició allá por el año de 1969.