En la película Cinema Paradiso, (1988), el director y guionista Giuseppe Tornatore (Italia, 1956) hace un homenaje a los besos más apasionados de las películas que se filmaron en la primera etapa del cine mundial.
Emociona y conmueve la historia fílmica, donde Salvatore, un niño que cree que el cine es magia, así como los habitantes de un pueblo siciliano de los tiempos de la posguerra en Italia, hacen de una sala de cine, su universo.
La proyección de las películas era su único ocio y enganche hacía el exterior. El más importante acontecimiento al que podían acceder. Pero antes de la proyección, cada uno de los filmes eran rabiosamente supervisado por el párroco del lugar. Y, sin remedio, este personaje, que representa la moralina de la sociedad de aquellos tiempos, censuraba las escenas de amor y de besos.
Ayer, de acuerdo al calendario, se festeja un aniversario más de la foto icónica del fotógrafo Alfred Eisenstaedt, conocida como V-D o The Kiss (1945). En la plaza de Times Square, Nueva York, un marino y una enfermera celebran con un beso, la victoria: el final de la segunda guerra mundial.
La historia de la imagen nos habla de un beso robado que expresó la alegría de una buena noticia. Los protagonistas no se conocían entre sí. Por eso, ayer se festejó en alusión a dicha foto, el día mundial del beso robado.
Los besos son deliciosos siempre y cuando sean un intercambio de común acuerdo. Reviven y alientan a dos personas y permiten enfrentar mundos y situaciones.
En la literatura, el beso ha sido esencial en la poesía Antonio Machado, Amado Nervo, Pablo Neruda, Rafael Alberti, Alfonsina Storni, Rosario Castellanos, Luis Cernuda, Mario Benetti, Alejandra Pizarnik. Incluso, es referido por el argentino Jorge Luis Borges, cuya obra literaria no se centró en la temática amorosa.
El español Ortega y Gasset dice que “el beso revela el auténtico ser de la persona que amamos”. Mientras que el premio Nobel, Octavio Paz escribió: “un mundo nace cuando dos se besan”.
El poeta argentino Juan Gelman describe a la muerte como un momento espeluznante y solitario: “quietos por fin/solísimos/ sin besos”.
En la plástica, con piezas emblemáticas de Gustav Kint, Kandinsky, Rodin y Dalí.
También escuchamos, en la música en español, a Joaquín Sabina que exige en sus canciones que “el beso gane su batalla”. O a Agustín Lara que canta al piano: “tengo ganas de un beso, no me lo puedes negar”.
Dulces besos.