Durante casi seis años tuve el privilegio de dirigir el Instituto Mexiquense de Cultura, hoy integrado a la Secretaría de Cultura y Turismo del Gobierno del Estado de México; una institución que me dio la oportunidad de promover actividades culturales en todas las ramas del arte, de impulso a creadores jóvenes y con trayectoria, locales e internacionales, logrando un amplio movimiento que benefició principalmente a la población mexiquense.
Amén de la restauración y remodelación de museos, centros regionales de cultura, recintos y monumentos religiosos, así como de la preservación de actividades tradicionales, fue posible dar paso a una nueva época de animación cultural.
Fueron creados festivales anuales como el Festival de las Almas, con sede en el pueblo mágico de Valle de Bravo, y el FestinArte, dedicado a niñas y niños; se abrieron becas con mejores estímulos económicos para artistas, creadores y ejecutantes, y se conformó de un importante catálogo de artistas y agrupaciones musicales que extendieron el arte y la cultura en el estado, el país y en el extranjero.
Recuerdo con especial aprecio el trabajo del maestro Leopoldo Flores en el Museo de Arte Moderno; del Octeto Vocal, dirigido por el maestro Alfredo Elías López, y el de la Orquesta Sinfónica del Estado de México, institución musical de reconocido prestigio en el mundo entero, orgullo de nuestro estado y de todo México, bajo la batuta del maestro Rodrigo Macías González.
La creación del Festival de las Almas obedeció a la iniciativa de generar un gran evento en el que todas las disciplinas artísticas y expresiones culturales se dieran cita en nuevos escenarios y que, al mismo tiempo, impulsara el desarrollo económico y la cohesión social no solo en ese municipio, sino en toda la región e incluso en la capital del estado y otros municipios, lo cual se logró al abrir sedes alternas en el territorio estatal. Efectuado durante los últimos días de octubre y los primeros de noviembre de cada año, el Festival de las Almas fue concebido en el marco de una de las mayores tradiciones mexicanas: el Día de Muertos, conjugada con la belleza natural de la llegada de miles de mariposas monarca a la Reserva de la Biósfera.
Bajo el signo de nuestra identidad mexicana y mexiquense, este Festival logró en pocos años consolidarse como uno de los más importantes de México, al ser sede de grandes exponentes del arte como la Real Orquesta Filarmónica de Londres, entre muchos otros. En este 2022, cumplirá 20 años, conservando sus propósitos y nuevamente -estoy segura de ello- alcanzándolos con creces. Bienvenido sea el tiempo sagrado de la celebración del espíritu a través de la música, las artes plásticas, la literatura, la danza y las múltiples expresiones culturales de nuestros pueblos originarios.
Carolina Monroy