La mayor transformación de este régimen que se llama a sí mismo la cuarta transformación ha sido la modificación del carácter de las fuerzas armadas del país, del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea para convertirlos, de hecho, en empresas. En entes que ofrecen servicios, cobran por ellos y en algún momento tendrán que hacer cuentas sobre cuánto ganan, cuánto pierden y dónde pueden ser más eficientes, como todo ente privado salvo, por supuesto, que ellos siempre pueden pedir más en el presupuesto gubernamental.
Pero la diferencia fundamental de estos nuevos empresarios que ofrecen servicios es que además son los responsables, en los hechos, de la seguridad interna y de mantener la paz con armas y tanques e inteligencia y todo el secretismo que les da su tarea de seguridad nacional.
Insisto: ninguna otra política pública de esta autollamada 4T ha sido tan profunda como el nuevo papel de los militares.
Es a esa nueva fuerza, militar, sí, pero también económica y política, que tendrían que referirse las candidatas en la elección de este año. ¿Qué hacer? ¿Para dónde? ¿Cómo?
La seguridad será un tema recurrente en las campañas. El país llega a 2024 con una grave ampliación regional y con nuevos y cada más frecuentes eventos criminales que ya no tienen solo que ver con homicidios sino, sobre todo, con apropiación de territorios controlados por organizaciones dedicadas a la extorsión, el cobro de piso y de plano la imposición de “impuestos” a la producción y comercialización.
Ni los números de agentes desplegados, ni la estrategia de la Guardia Nacional —es decir, los militares— dan para contenerlo como los acontecimientos lo han venido probando. Además, los gobiernos locales han encontrado en la expansión de la GN un pretexto para dejar de hacer el trabajo que les corresponde.
No habrá que esperar mucho de Claudia Sheinbaum en campaña más allá de aplausos a los militares. Pero ella y su hombre de confianza, Omar García Harfuch, saben que así no funciona y que hay otras maneras como lo demostraron en Ciudad de México. El problema no es la campaña, sino que cualquier cambio en caso de triunfo se topará con una institución agigantada —con mandatos y dinero— como nunca.
Lo mismo que toparía Xóchitl Gálvez si es que en su plan estará el regresar a reforzar lo local y a una fuerza federal civil.
Porque esa transformación de las fuerzas armadas ha hecho que la estrategia de seguridad dependa, toda, de ellos, de nadie más.