Si la lógica se impone, y me refiero a la voluntad del Presidente de que su sucesora en la 4T sea Claudia y que, como todo mundo lo sabe, eso terminen arrojando las encuestas, más allá del caos de estos días, uno supone que los perdedores, por más que ya sabían que lo eran, algo pedirán del líder y de la ganadora por haber hecho “el esfuerzo” —no se rían— y haberse prestado a esta especie de dedazo moderno.
Aunque en aquella cena donde el Presidente dio las instrucciones se habló de premios de consolación en el Congreso y el gabinete, la cosa no debería ser tan sencilla.
Pongamos el caso de Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum. E imaginemos el triunfo de cualquiera de los dos y el otro en segundo —sí, ya sé, es solo un ejercicio—, por lo que he oído de parte de los equipos de ambos sobre el adversario. No imagino a Claudia o Marcelo nombrando en un puesto clave al otro —o dado el caso, en ninguna secretaría que importe ni tampoco en, por ejemplo, el liderazgo en el Senado o en la Cámara de Diputados, puesto fundamental en la operación de un arranque de sexenio—.
Puede ser que el jueves o viernes los perdedores le levanten la mano a la ganadora —o ganador, pues— y sonrían, pero no por eso ya los van a integrar a un equipo con el que enfrentarán una campaña que, todo indica, estará más apretada de lo que se imaginaba y menos en un gobierno que tendrá muchas cosas que ajustar y arreglar para no fracasar en los primeros años.
Será más sencillo premiar a personajes como Fernández Noroña —que por lo demás, lo hizo bastante bien en estas semanas— o Manuel Velasco, que lo hizo tan mal como se esperaba. No tenían mucho, no pedirán demasiado. El problema serán Ricardo Monreal, Adán Augusto y Marcelo Ebrard —o claro, se me olvidaba, Claudia Sheinbaum—.
Llevan años en esto, sienten que todo lo merecen, que son pilares fundamentales del “movimiento”, etcétera.
Al mismo tiempo, nadie quiere ser presidenta o presidente y arrancar con una mano atada. Con personajes distantes en el gabinete, Senado o Congreso; no para empezar, no para los retos que tendrá enfrente.
La primera medición de la capacidad política de quien gane la encuesta, o sea, de Claudia Sheinbaum, es cómo arregla ese asunto y construye algo parecido a una paz interna.
