No estoy de acuerdo con la decisión que el presidente Andrés Manuel López Obrador tomó al principio de su gestión respecto a quitar a los ex presidentes su pensión vitalicia y otras ayudas.
Al mismo tiempo entendí entonces, y más ahora, por qué la tomó.
Uno supondría, creo que así debe de ser, que para quien se dedica a la política llegar a la Presidencia es el más alto de los honores, de las responsabilidades, es el cumplimiento del objetivo planteado desde que alguien, cuando niño, dijo que quería dedicarse a la política y sí, ser presidente. En los sistemas presidencialistas, como el nuestro, que da tanto poder al jefe del Ejecutivo y que además no permite la reelección, los seis años de gobierno son los seis años más importantes de la carrera de quien a eso se quiso dedicar. Y no hay nada más por hacer.
El sentido de la pensión era ese: oye, gracias (o no tanto) pero ya te dimos oportunidad, vete al sillón a descansar, leer, tal vez escribir —no mucho, por favor—, tal vez un poco de golf y ver algunas series. Y eso no está mal. Pero queda claro que los nuestros no fueron a terapia.
Decía yo que al mismo tiempo que estoy de acuerdo con la pensión, entiendo la decisión del presidente López Obrador. Porque nuestros ex presidentes nomás nunca lo entendieron.
¿Qué necesidad tenía Ernesto Zedillo de pertenecer a los consejos de administración de empresa que lo invitaban, incluyendo la de una empresa con la que su administración había negociado una privatización? Hombre, dar clases, eso está bien. Para qué más.
¿Qué necesidad tenía Felipe Calderón de hacer otro partido político? ¿Qué no su mayor interés es lo del medio ambiente? ¿No se entretiene suficiente con la Fórmula 1?
¿Qué necesidad tenía Carlos Salinas de meterse a grillar desde su biblioteca con Rosario Robles y tantos otros? Y claro, Vicente Fox. ¿Qué no se hizo priista hace unos años?
Fox echó a perder la gran oportunidad de la alternancia con un gobierno para olvidar, pero así es esto de gobernar y la democracia. Ni modo, no salió aquello.
Pero por qué no se queda tranquilo en su rancho.
Pobre Xóchitl con él apoyándola.
Yo propongo que les volvamos a dar la pensión con algunas condiciones: que no queremos saber nada más de ellos y, como les damos dinero (bastante), que no chambeen. Ya tuvieron su enorme oportunidad. Ya. Hay otras cosas en la vida.