Si alguien tenía alguna duda de que la razón por la que la justicia mexicana simplemente no existe es porque está al servicio de los intereses políticos en turno, debería echarle un vistazo a una parte de la mañanera del día de ayer. Me refiero a la que tocó a Luis Rodríguez Bucio, subsecretario de Seguridad Pública que anunció que “el día de hoy toca ver jueces que favorecen a presuntos delincuentes”.
Desde esa frase quedó claro que todo iba a estar mal. De ahí, el general Rodríguez Bucio comenzó a enlistar a un grupo de jueces y magistrados que han tomado decisiones opuestas a las que hubieran querido las fiscalías, tanto locales como la federal.
No pienso enumerarlos yo, porque el ejercicio de difamación pues ya sucedió y no hay que repetirlo. Pero resumo: una presentación llena de adjetivos donde evidentemente lo de “presuntos” pues nomás era una palabra en la que este gobierno no cree, como lo dejó claro en alguna parte de su discurso cuando se quejó de jueces que revocaron la prisión preventiva oficiosa, “pues, a su consideración, era contraria a los tratados internacionales”.
Pues no es consideración de nadie, recientemente se lo recordó al país la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que dijo con toda claridad sobre México: “en lo que se refiere a la figura de la prisión preventiva oficiosa, esta Corte ordena al Estado, como lo ha hecho en otros casos, adecuar su ordenamiento jurídico, incluyendo sus disposiciones constitucionales, para que sea compatible con la Convención Americana”.
Sabemos que este gobierno es un apasionado de meter gente a la cárcel. A todos los que se pueda más allá de procesos y juicios.
De eso se trató la presentación de Rodríguez Bucio ayer: maldita justicia que no nos cree cuando le decimos que los presuntos son en realidad culpables y que nos hacen presentar pruebas y hacer las cosas bien y como marca la ley, malditos.
Esto no quiere decir que el Poder Judicial sea impoluto y eficiente, no. Pocas cosas lo son en México. Pero las fiscalías —y las policías de investigación—, politizadas, sin dinero, corruptas… pues ni cómo defenderlas —basta ver las cifras de impunidad (es decir, los que nunca agarran)—, solo el general Rodríguez Bucio. Y, claro, el Presidente.
