En un proceso de formación y aprendizaje, el lenguaje es quizá uno de los elementos más importantes para desarrollar las habilidades intelectuales.
El buen uso del lenguaje nos permite entrar en contacto con una enorme riqueza de palabras y frases, almacenadas en nuestro subconsciente, que formarán la construcción de objetividad o subjetividad que necesitaremos en torno a una situación.
Antes de que nos inundaran los mensajes y comunicados a través de las redes sociales, no era común conocer la forma en la que se expresaban personalidades políticas, artísticas o simplemente no conocíamos la forma en la que nuestros mismos amigos, vecinos o familiares escriban.
Recordemos, los que ya estamos con algunas décadas encima, que en el pasado la única comunicación escrita que entablábamos se limitaba a las cartas, revistas o periódicos que llegaban a nuestro domicilio y que muchas veces se referían a estados de cuenta o deudas que nuestro servicio bancario nos recordaba puntualmente. Aunque a principios de siglo existían por ahí algunos medios de mensajería digital o redes sociales como My space, Metroflog o algunos SMS´s, todo cambió con la llegada de Facebook, Twitter, Instagram, Whatsapp y muchas más.
Las redes sociales han modificado totalmente el lenguaje utilizado por las nuevas generaciones, esto podría suponer que hemos enriquecido nuestro vocabulario, pero la realidad es otra.
La inmediatez de los mensajes genera problemas en la ortografía, la gramática y la coherencia textual.
En los últimos años podemos observar una decadencia en la forma en la que se expresan los alumnos, principalmente en secundaria y preparatoria.
Se han realizado estudios en los que se demuestra que existe una creciente incapacidad para enlazar ideas y construir argumentos con un coherente hilo conductor. Para colmo de males, el confinamiento forzado, en un país como el nuestro, nos ha alejado aun más de la escritura o la lectura, contrario a lo sucedido en países como Canadá, Suiza o Noruega, en donde el consumo por la lectura se disparó.
El detalle con las redes sociales es que fomentan un empobrecimiento del accionar lingüístico, no es que se lea o escriba menos, por el contrario, es una época en la humanidad en la que el individuo constantemente escribe o lee, el problema es la escaza contribución de lo que se está consumiendo, la forma en la que el lenguaje coloquial se confunde con el formal y la exagerada fragmentación de la conversación conlleva a un deficiente desarrollo intelectual.
Tal vez debemos cambiar la forma de comunicarnos, un adolescente difícilmente podrá elaborar un ensayo de dos cuartillas, pero es capaz de generar un meme en cinco minutos.
Es momento de dejar a un lado lo escrito y dar paso al contenido visual, pero un contenido visual que realmente tenga forma y fondo para que desarrolle en las nuevas generaciones el pensamiento crítico y objetivo y porque no, también generar el gusto por la lectura.