Con el triunfo electoral de Delfina Gómez y de Morena surgen muchas interrogantes. ¿Qué profundidad política tendrán los cambios que se avecinan? ¿Cuáles van a ser las principales transformaciones políticas? ¿Hasta dónde se va transformar la cultura política en la entidad? Y por encima de todas estas preguntas, prevalece una clave: ¿Qué va a pasar con el llamado Grupo Atlacomulco?
Lo primero es precisar qué es y la naturaleza del grupo, que ha sido hegemónico durante décadas en el Edomex. A pesar de que todos sus integrantes niegan su existencia, esta es indudable.
Como todo grupo de poder, se envuelve en un halo de misterio y hasta de misticismo, como los vaticinios de doña Francisca Castro Montiel, vidente del pueblo, en 1940. César Camacho en 2012 definió al grupo, para la revista Quién, como “un estilo mexiquense de hacer política”.
No necesitamos adentrarnos en ciencias ocultas para discurrir que el modelo del llamado Grupo Atlacomulco es la continuidad del viejo PRI corporativo de los años 50 y que prevaleció durante décadas en el país. Es un modelo autoritario, vertical, elitista y altamente corrupto.
Es un entramado complejo de lealtades, que legitima el sistema de poder; el motor del grupo se basa en la compleja red de negocios construidos desde el poder. Además de los conglomerados económicos de los miembros del grupo, emergen poderosas empresas como OHL e Iberdrola.
El gran arquitecto del grupo es el profesor Carlos Hank González (1927-2001), ícono y verdadero ideólogo. Él encarna la imbricación entre la política y los negocios, entre el poder y el dinero. El Grupo Atlacomulco es una escuela para hacer fortunas desde la política y ejercer la política desde el poder económico.
El Grupo Atlacomulco no es, como muchos piensan, un pequeño grupo de élite política. Por el contrario, es una vasta red de intereses. Empieza por la alta burocracia, tipo bonapartista, que somete a los demás órdenes de gobierno, principalmente al sistema legal.
Después la captura de las asociaciones gremiales, como los maestros, campesinos, transportistas, sectores empresariales y de manera notable los medios de comunicación mediante gratificaciones económicas abiertas o subterráneas. Siguen los órganos autónomos en materia de trasparencia y derechos humanos, entre otros. De manera notable, las instancias electorales son esclavizadas: Tribunales, IEEM y sectores de oposición son sometidos grotescamente.
Los políticos tradicionales entrarán en declive, pero la gran pregunta: ¿qué pasará con los grandes empresarios del grupo?