El nuevo coronavirus se ha convertido en unos pocos meses en uno de los sucesos de mayor trascendencia social, política, económica y sanitaria a los que nos hemos enfrentado en el último siglo. A su vez, nunca en la historia hemos tenido tanta correlación, interconexión ni colaboración social. Es justo esta colaboración en la que se cimenta una serie de esfuerzos extraordinarios con la intención de encontrar soluciones sin precedentes y así evitar un colapso multisectorial profundo.
En ese sentido, hemos visto como desde la declaración de epidemia dio inicio una carrera a contrarreloj en la industria farmacéutica para encontrar las terapias que ayudaran a contrarrestar el avance del virus, desde los tratamientos ya existentes hasta la creación de nuevas vacunas.
En una primera instancia expertos de todo el mundo estimaban que una vacuna podría llegar al mercado en no menos de dos años, sucesivamente la estimación se redujo a 18 meses, no obstante, gracias a una colaboración científica global nunca vista, hoy se piensa que para finales de este año y principios del 2021 podría comenzarse la distribución de millones de dosis alrededor del mundo.
Laboratorios biofarmacéuticos han unido sus esfuerzos de investigación y desarrollo con el fin de, a partir del libre flujo de información, encontrar una o varias vacunas seguras y eficaces de entre más de 130 moléculas bajo estudio enfocadas en combatir el covid-19.
Si bien esta carrera biofarmacéutica cuenta con el sustento gubernamental a través de la inversión de recursos para la investigación y desarrollo, además de instituciones académicas y privadas no está exenta de intereses particulares. Como hemos visto, esta iniciativa internacional ha sido encabezada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) la cual, ha sido recientemente cuestionada por la comunidad internacional debido al apoyo mediático a favor de China, país que ha sido acusado por autoridades de Estados Unidos, Japón o Alemania, entre otros, por no haber informado ni actuado de manera enérgica y temprana al detectarse el brote dentro de sus fronteras.
Sobre este tema, es importante destacar que el mayor benefactor de la OMS es justamente Estados Unidos, el cual dona al año 450 millones de dólares, mientras que la aportación china ronda los 38 millones. Sin embargo, no son los principales donantes de ese organismo cuyos gastos de operación se estiman en los 5 mil millones de dólares.
Se calcula que la iniciativa privada dona cerca de 3 mil millones al año, al punto de que la Fundación Bill y Melinda Gates llegó a ser su principal fuente de ingresos. De ahí, que el organismo dedicado a velar por la salud mundial se encuentre expuesta a intereses de particulares.
Ahora bien, a pesar de que la carrera farmacéutica por encontrar una vacuna en contra del nuevo coronavirus se sustenta en la cooperación trasnacional, y que el objetivo es instrumentar el acceso universal de dicha alternativa, hace unos días se dio a conocer que la Autoridad Estadounidense de Investigación y Desarrollo Avanzados de Biomedicina cerró los primeros acuerdos con un laboratorio europeo para la producción de 400 millones de dosis de una eventual vacuna contra el covid-19, la cual se encuentra actualmente en fase de ensayo. Dichos acuerdos representaron una inversión de mil millones de dólares.
Al final, parece que la “nueva realidad” no contiene un mensaje tan novedoso y vemos como intereses creados definen el rumbo de la salud de millones de personas expuestas a un virus del que aún no conocemos lo suficiente.
* MILITANTE PRIISTA