La Navidad suele presentarse como un tiempo de luces, consumo y discursos de unidad. Sin embargo, en el Edomex la temporada festiva contrasta con una realidad marcada por rezagos estructurales que no se pueden maquillar con adornos ni campañas oficiales. El espejismo navideño de plazas comerciales llenas, mientras los municipios organizan ferias y encendidos de árboles, habla de esperanza con mensajes institucionales; no obstante, detrás de esa postal persisten problemas que afectan la vida cotidiana: inseguridad, transporte deficiente, contaminación y desigualdad social.
Cada año la Navidad se convierte en un paréntesis emocional que, aunque necesario, no debe distraer de los grandes pendientes que continúan acumulándose en el Edomex, donde la seguridad pública continúa encabezando estadísticas de delitos de alto impacto y la percepción ciudadana es de miedo, incluso en estas fechas que deberían ser de tranquilidad. Asimismo, la movilidad y transporte son otro pendiente de décadas; el caos vial y el transporte público inseguro y saturado son parte del día a día, y las obras prometidas, como trenes y ampliaciones de líneas, avanzan con lentitud o se convierten en símbolos de incumplimiento.
Otro gran pendiente es la desigualdad social. Mientras algunos disfrutan cenas abundantes, miles de familias enfrentan carencias alimentarias y precariedad laboral, la brecha entre zonas urbanas y rurales se profundiza, en tanto el tema del medio ambiente persiste en la agenda estatal: la contaminación del aire y la deforestación en zonas como el Nevado de Toluca siguen sin una estrategia integral, y la Navidad trae consumo excesivo, pero no políticas de sustentabilidad. Además, servicios públicos como agua potable, recolección de basura y alumbrado son aún muy deficientes en la mayoría de los 125 municipios, lo que evidencia la distancia entre el discurso oficial y la realidad.
Ante ese contexto, es deseable que la Navidad sea un recordatorio de solidaridad y justicia, no solo un escaparate de consumo. Al Edomex le urge que sus autoridades asuman los pendientes que año tras año se repiten en los diagnósticos, pero rara vez se atienden con eficacia. Hoy el reto es que la esperanza que se invoca en estas fechas no quede atrapada en los adornos de temporada, sino que se traduzca en políticas públicas que garanticen seguridad, movilidad digna, igualdad y sustentabilidad, de lo contrario cada diciembre será un recordatorio incómodo de lo mucho que falta por hacer.
Rastreando
El cierre del Nevado de Toluca, que casi cumple tres meses y que es deseable que se prolongue durante las fiestas decembrinas, es un acierto debido a que el volcán enfrenta un desgaste constante por el turismo masivo, que deja tras de sí basura, erosión y pérdida de biodiversidad.
Su conservación no puede ser un acto aislado ni reactivo, ya que el Xinantécatl requiere un esquema permanente de protección, con acceso regulado, educación ambiental y turismo responsable. De lo contrario, cada reapertura se convierte en una nueva amenaza para un ecosistema frágil que debería ser resguardado siempre, no solo cuando conviene a la administración. Si queremos que el Nevado de Toluca siga siendo símbolo natural y cultural de México, se debe asumir que su valor ecológico está por encima de la lógica de la temporada turística.
La creación de cuatro nuevos municipios en Edomex parece más un paliativo político que una solución real: dividir territorios no garantiza mejor atención a las comunidades si persisten los mismos problemas de gestión, corrupción y falta de recursos. Antes de tomar en cuenta peticiones para multiplicar estructuras burocráticas, el Congreso mexiquense debería enfocarse en fortalecer la capacidad administrativa y la transparencia de los municipios ya existentes.
