Política

Todos contra Claudia Sheinbaum

Tuve el gran honor de estar en el cierre de precampaña de la doctora Claudia Sheinbaum en el Monumento a la Revolución de la Ciudad de México y hubo dos cosas que me llamaron la atención.

Primero, que no vi a los grandes líderes de opinión de nuestra nación.

Yo esperaba, por la más elemental vocación periodística, encontrarme con los conductores de los grandes noticiarios, con los más encumbrados analistas.

Pero nada. ¡Qué curioso! ¡Qué extraño! Cuando soy testigo de estas cosas me queda claro el por qué la brecha entre la prensa y las audiencias se vuelve cada vez más grande.

Va a llegar un punto en que esto sea insostenible porque, aunque estas luminarias puedan ver las transmisiones desde la comodidad de sus oficinas, no hay nada como el contacto con la fuente, con la gente.

¿Qué parte de “todos honramos la memoria de Cristina Pacheco” no le queda clara a la comunidad periodística mexicana? ¿Qué se va a decir de estos personajes cuando mueran?

Lo otro fue lo del Himno Nacional. Como seguramente usted vio (y participó), las redes, incitadas por los más famosos “opinólogos” de México, se encendieron porque Eugenia León y Regina Orozco cantaron “mal” el himno.

A ver, yo estuve ahí y lo puedo decir con todas sus letras: fue un momento grandioso. ¿Sabe usted lo que fue vibrar ante esa multitud cantando al mismo tiempo el Himno Nacional Mexicano?

Yo volteaba y veía a los adultos mayores, a las niñas, a los miembros de la comunidad LGBT entregados al himno con un fervor profundísimo y no lo podía creer. ¿Por qué no se habló de eso?

¿Qué fue lo que pasó? Se lo explico en tres patadas. Cientos de miles de mexicanas y de mexicanos que estuvieron ahí me darán la razón.

En un extremo del escenario estaba Regina anunciando, literal, que “la gran cantante” Eugenia León iba a interpretar nuestro himno.

Del otro lado, Eugenia, que sí es un orgullo de México, subió al escenario y de la manera más cálida, generosa y espontánea que usted se pueda imaginar, le pidió a Regina que cantara con ella.

Evidentemente no estaba planeado, ensayado ni nada de nada. Regina puso cara de sorpresa y se desplazó hasta llegar a donde estaba Eugenia.

No me quiero imaginar el terror de los ingenieros de sonido del evento que, por supuesto, no contaban con eso.

A lo mejor usted no lo sabe pero cuando dos estrellas van a cantar se tienen que ajustar los micrófonos, calibrar las cosas, etcétera, etcétera.

En esa ceremonia nunca hubo dos micrófonos prendidos. Nunca.

Y pasó lo que tenía que pasar: Eugenia comenzó a cantar. Regina, humilde, hizo “la segunda voz”.

Pero técnicamente aquello se salió de control. No “subió” el audio de Eugenia, “la segunda voz”, muy estilizada para ser precisamente eso, una “segunda voz”, se convirtió en “la primera” y punto.

Nadie se molestó. Nadie hizo escándalo. Nadie nada. ¿Por qué? Porque, insisto, la multitud que estaba ahí se volcó en lo que se tenía que volcar. En cantar el himno. ¡Y vaya que se cantó! Fin de la historia.

¿Cuál es el complot? ¿Cuál es el problema? ¿Está mal que una figura de la música mexicana quiera compartir un momento de gloria con una compañera?

Le voy a decir la verdad: cuando estas cosas pasan, no es porque “la gente de las redes sociales” sea estúpida. Es porque a quienes mueven los algoritmos les conviene.

Y esa noche, lo que convenía, era desviar la atención del éxito del cierre de precampaña de Claudia Sheinbaum hacia otros temas.

Hubo un auténtico linchamiento digital hacia Regina Orozco que, por cierto, hizo un magnífico papel como maestra de ceremonias.

Se me cae la cara de vergüenza ante el tema periodístico, mediático y de redes sociales.

Claudia pronunció un discurso que todas y todos deberíamos conocer.

La razón es muy simple: tuvo perspectiva histórica. La señora, con una inteligencia admirable, le explicó al pueblo de México de dónde viene “el movimiento”, por qué es como es, por qué funciona como funciona y por qué ella lo quiere continuar como lo quiere continuar.

Eso no tiene precio. Pero, espérese, se pone mejor. Habló de economía, de cultura, de salud, de los derechos de la comunidad LGBT, del cambio climático. ¡Hasta de los trenes que le gustaría construir!

Si yo todavía viviera en Monterrey, por ejemplo, estaría de fiesta ante el anuncio de que por fin se podrá volver a viajar de Monterrey a la Ciudad de México en tren, en un tren digno, en un buen tren.

¡Pero no! ¡Había que desviar la atención hacia el himno! ¡Había que quitarle el reflector a la doctora y dirigírselo a una mujer que representa a ciertas comunidades y que no tiene el cuerpo que exigen “los que mandan”! ¡Arriba el patriarcado!

La consigna es: todos contra Claudia Sheinbaum.

Lo siento. No se puede. Los que estuvimos ahí vimos otra cosa y no nos vamos a dejar ni engañar ni enganchar con tonterías. ¿O usted qué opina?


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Álvaro Cueva
  • Álvaro Cueva
  • alvaromilenio5@gmail.com
  • Es el crítico de televisión más respetado de México. Habita en el multiverso de la comunicación donde escribe, conduce, entrevista, da clases y conferencias desde 1987. publica de lunes a viernes su columna El pozo de los deseos reprimidos.
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