Algo muy bueno debe estar haciendo Clara Brugada como para que sus enemigos, a falta de más recursos, estén llevando a las multitudes hacia la psicosis colectiva con el tema de los “pinchazos” en el metro.
Qué casualidad que sea el metro. Una vez más el metro. El metro recién visitado por Claudia Sheinbaum.
El metro con todo lo que se está construyendo en Observatorio. El metro después de la reinauguración de otro tramo de la nueva Línea Uno.
Sí, el metro de las aspas de lavadora. El metro de los sabotajes. El metro del colapso. ¡El metro del pueblo!
¿Puede haber un mejor recurso para asustar al pueblo que el metro?
Sucedió en los años 80. ¿O a usted ya se le olvidó? En aquellos tiempos, sin redes sociales, a alguien se le ocurrió decir que en las butacas de los cines había agujas escondidas con… ¡SIDA!
Perdón que lo diga así, de una manera tan ignorante y políticamente incorrecta, pero eran las palabras que se usaban en aquel entonces.
Se suponía que la gente “buena” (porque la “mala” era la que se infectaba) iba al cine, se sentaba en “las butacas de la muerte” y prácticamente sin sentirlo, porque sólo era un “piquetito”, salía con “SIDA”.
Quién sabe cómo pero muchísimas personas creyeron eso, lo movieron y lo convirtieron, como ahora, en una “realidad”.
No digo que no estén pasando cosas pero, por un momento, quiero que enfríe la cabeza y se imagine la situación:
Usted llega al metro, lucha frenéticamente por entrar ante un tumulto monumental, lo logra. No hay espacio para nada.
Y ahí, quién sabe cómo, alguien saca una jeringa, le apunta al lugar correcto, consigue perforar su ropa, llegar a su torrente sanguíneo e inyectarle algo espantoso.
No, pero espérese. Se pone más “curioso”. Usted no dijo ay, no gritó, no volteó ni nada.
E igual, ninguna persona, en la inmensidad de esa inquietísima masa humana, vio nada.
Hasta aquí, vamos a suponer que esto ocurre. Ese alguien, que tuvo tiempo de planearlo todo, de hacerlo todo y hasta de deshacerse de la jeringa, permanece ahí, a su lado, hasta que el líquido macabro que le inyectó comienza a hacer efecto.
Una vez que eso sucede, usted se desmaya y la o el culpable de todo esto la secuestra, lo secuestra.
Y si no es para robarla, robarlo, es para violarla, violarlo, para esclavizarla, esclavizarlo, para matarla, matarlo.
¿Me puede usted explicar cómo le hizo esa persona para levantar su cuerpo, cargarlo, salir del vagón, encontrar las escaleras, subir y sacarla, sacarlo, sin que a nadie se le hiciera raro?
¿A cuántas personas ha visto usted llevándose gente desmayada en el metro? ¿A cuántas, sin que nadie reaccione?
¡Es el metro! Ahí donde todas y todos vamos viendo y oyendo a todas y a todos.
Podremos estar dormidos, leyendo, viendo el celular o haciendo lo que usted quiera, guste y mande, pero nunca perdemos la noción de lo que nos rodea.
Obviamente, con todas estas nuevas leyendas urbanas, no ha faltado el promotor de la ignorancia que afirme, una vez más, que por ahí están infectando de VIH.
¿Sabe usted cómo se llama eso? Odio. Es discriminación. Es homofobia. Lo de siempre.
E, igual, ante el éxito de estos asuntos gracias a que es exactamente lo que más le gusta al algoritmo no faltarán ni el “chistoso” que se esté metiendo al metro a picar, a “divertirse”, ni la persona que se asuste, que sienta que la “inyectaron”.
Es lo que siempre pasa con los fenómenos de psicosis colectiva. Acuérdese de las uñas en las hamburguesas, de las ratas en el pollo frito y de los ojos en las botellas de refresco.
La diferencia, ahora, es que esto es parte de la guerra ideológica que estamos viviendo y el objetivo ya no es perjudicar a una marca, a una empresa. No. El objetivo, ahora, es hacerle daño al gobierno. Desestabilizar.
Clara Brugada ha sido la más profesional ante este asunto, la más responsable en su manejo de la comunicación.
Hay un reforzamiento de la vigilancia dentro y fuera de las instalaciones del Sistema de Transporte Colectivo y de toda la red de transporte público de la capital de la nación.
Se han incorporado equipos especiales de los agrupamientos Zorros, Panteras y de la Policía Bancaria e Industrial.
Los videos son clarísimos: ante situaciones de riesgo se pueden accionar las palancas que están en los vagones y se puede acudir con cualquiera de los miles de vigilantes que están ahí.
Además de que hay primeros auxilios, apoyo psicológico, referencia hospitalaria, asesoría jurídica y todo lo que los enemigos del sistema no quieren que se sepa.
¡Ya! ¡El colmo! Si usted tiene miedo, fue víctima de algunos de estos ataques o ve algo sospechoso puede escribir al WhatsApp 55 50 09 19 30 las 24 horas del día (entre muchas líneas, algunas de atención telefónica tradicional).
Yo escribí a ese número ayer e inmediatamente me atendió una persona muy amable (con todo y aviso de privacidad). ¿Qué más quiere?
Seguridad es percepción y aquí alguien está buscando que usted tenga la percepción de que su vida corre peligro al usar lo que más usan las y los habitantes de la Ciudad de México. ¡No se vale!
Sé, como usuario que soy del metro, que el Sistema de Transporte Colectivo ha pasado por momentos muy buenos y por momentos muy malos, pero jamás habíamos contado con todos los recursos humanos, científicos y tecnológicos que tenemos ahora, en 2025, para viajar con seguridad y reaccionar ante una eventualidad.
Algo muy bueno debe estar haciendo Clara Brugada como para que sus enemigos, a falta de más recursos, estén llevando a las multitudes hacia la psicosis colectiva con el tema de los “pinchazos” en el metro. ¿O usted qué opina?