Ejercicio “innovador”, “de vanguardia” llegaron a decir en algunos medios extranjeros, las conferencias mañaneras que Andrés Manuel López Obrador adoptó como presidente tienen su origen en aquellas que había inaugurado como jefe de Gobierno, de 2000 a 2005, para marcarle agenda a la discusión pública y poner a bailar a su ritmo a Vicente Fox.
Remontados los primeros dos años de gobierno, el modelo ha quedado agotado. Lo vició él mismo, primero con el uso de tontos inútiles, lisonjeros, espero que a sueldo, que antes de lanzar alguna pregunta a modo llenan de elogios al mandatario, en un espectáculo que debería avergonzar a ambas partes, antes que solazarse con las críticas. Él, que con tanto esmero habla de cuidar la figura presidencial.
Después viene el desaseo de cifras basado en su máxima de “yo tengo otros datos”, ya argumentada casi en formato de chanza, y la incontenible propensión a la provocación, el apodo, la baladronada, el culto al espíritu rijoso de quien vive en permanente estado de excitación furiosa a la menor disonancia con sus verdades, esas típicas de hombres llenos de certezas, especie ante la que habrá que tener siempre el mayor cuidado.
Sin embargo, los medios han puesto su parte. El Presidente ha dejado claro, por ejemplo, que su prioridad son “la opinión del pueblo" y “las encuestas de Morena” antes que “la politiquería” que representa un puñado de denuncias por delitos sexuales contra uno de los suyos. Habiendo dejado tan explícita su posición, vuelven a preguntarle, y entonces dice con razón, encolerizado: “¡Ya chole!”
Porque a la hora de ajustar los discursos de igualdad y paridad con la clara posición de su jefe en la materia, la grey morena o rehúye el tema, como Ricardo Monreal y senadoras que lo acompañan, o le dan vueltas, como la secretaria de Gobernación, quien dice que sí, que primero las mujeres, pero sin olvidar resaltar “la presunción de inocencia” de su compañero señalado.
Agotado el formato de la mañanera, pues, resulta incomprensible que encima se le pregunte al Presidente sobre temas en los que su posición es diáfana, como el uso del cubrebocas o Félix Salgado. Como si sus arengas no fueran de por sí repetitivas. Tiene razón: “¡Ya chole!”.
@acvilleda
