El salpicadero que resultó del escándalo Keith Raniere, el falso gurú de la superación personal, y su harén de esclavas sexuales alcanzó a personajes como Emiliano Salinas Occelli, cuyo papel puede usted encontrar en Nxivm: la secta que sedujo al poder en México (Grijalbo, 2020), libro de mi amigo Juan Alberto Vázquez prologado por un servidor.
Cuando el asunto explotó y condujo a la captura de Raniere, quien estaba a punto de entregarse a una de sus tradicionales orgías, la estampida fue inevitable, pero también la aparición de más nombres de implicados aun después del juicio y la sentencia al líder de la secta, como sucedió con el dirigente nacional de Morena, Mario Delgado, y ahora la candidata de ese partido a gobernadora de Nuevo León, Clara Luz Flores, ambos curtidos en las lides políticas, pero llamándose a “engaño” después de ser exhibidos.
Esos dos tiros de precisión de los adversarios de Morena, ergo, de Andrés Manuel López Obrador, parecen actualizar aquella campaña de hace más de 15 años en la que su ariete era otro falso gurú, Carlos Ahumada, un empresario de la construcción que se convirtió en el benefactor de la élite perredista y después, aliado con priistas y panistas, grabó en sus oficinas a René Bejarano y a Carlos Imaz cuando les entregaba maletas ahítas de efectivo para las campañas, solo días después de que otro lopezobradorista, el entonces secretario de Finanzas en la capital, Gustavo Ponce, fue pillado en video apostando en Las Vegas en día hábil.
Ahora, frente a las elecciones en puerta, la desgracia de Raniere (con su lista de contactos) llegó en un momento inmejorable, en la hora de la venganza contra quienes se deslindaron a toda prisa de la secta en cuanto explotó el escándalo o más adelante, cuando fueron exhibidos. Pero también en tiempo óptimo para otros ajustes de cuentas.
Dos de esos blancos, vaya casualidad, son de la élite lopezobradorista y, más casualidad, uno de los más firmes adeptos del neodavidiano gringo es el hijo de un ex presidente que, siguen las casualidades, es el enemigo número uno de López Obrador y, por su rango en la secta, pudo tener acceso a los videos. Solo resta recordar, en embargo, que en estos terrenos no existen las casualidades.
Alfredo Campos Villeda
@acvilleda