Todo empezó en buenos términos, cuando ya se habían asentado los polvos de aquellos enfrentamientos de hace tres años sellados con una cumbia a ritmo de “Riqui Riquín Canallín” y saludada la nueva normalidad entre ambos, ahora, con un reproche presidencial por la crítica de Ricardo Anaya a gastar el dinero de becas en caguamas y la autorización del panista al mandatario para que se echara una chela a su salud. Es decir, todo empezó con el clásico “estamos chupando tranquilos”.
Sin embargo, el banderazo presidencial a los jugadores rumbo a la sucesión 2024 alteró las ecuaciones y los ánimos. Los primeros en empezar a resentir los efectos de la convivencia que comenzó tranquila, antes que los verdaderos protagonistas de la elección futura, han sido sus corifeos y séquitos, quienes han echado mano de sus mejores galas discursivas en un auténtico debate político “de altura”.
Veamos algunas expresiones solo del miércoles pasado: AMLO pide que se transparenten los motivos del citatorio a Ricardo Anaya en el Reclusorio Norte, para que “dejen de echarle la culpa”, y el panista responde, envalentonado, que se presenta si hacen lo propio Pío y Martín López Obrador, pillados ambos en acopio de dinero en efectivo en sendos videos.
“Si tocas a Anaya nos tocas a todos”, se engalla, digno, el PAN en la Comisión Permanente, con sobriedad, y recibe como respuesta del mismo nivel una sentencia de la bancada de Morena: “El queretano pasó de Chico Maravilla a Marrullero de la Política”.
En otra de sus intervenciones de ese día, López Obrador se queja de que la oposición “está friegue y friegue, dale y dale” conque no hay recursos del Fondo Nacional de Desastres, y los liderazgos de su partido en el Congreso redondean la idea con la advertencia de que “Morena no será el payaso de las cachetadas”, a propósito del ridículo que fueron a hacer PRI, PAN y PRD a Estados Unidos con lo de la narcoelección.
A estas alturas, pareciera que la sana convivencia con caguamas de la clase política sube de tono. Así que Anaya mejor se va a Reynosa y toma un vuelo privado para salir de México, AMLO lo acusa de “marrullero” y la FGR le avienta la caballería. Alcanzado el nivel de fiesta de barrio, pasan a las manos y nadie escucha los llamados a la calma: “pero si estábamos chupando tranquilos”.
Alfredo Campos Villeda
@acvilleda