Para el 2002, Jack Whittaker era un empresario exitoso en los Estados Unidos. De cualquier manera, un día decidió comprar un boleto de la lotería “Powerball”. Cuando consultó los resultados su sorpresa fue mayúscula. Ganó $314 millones de dólares. Al cambio actual, estaríamos hablando de alrededor de 6 mil 289 millones de pesos ¡Toda una fortuna!
Sin embargo, a partir de ese momento, Jack perdió el control de su vida. Fue víctima de múltiples robos. Su nieta murió por una sobredosis de drogas. Enfrentó diversas demandas legales. Toda la familia sufrió consecuencias trágicas, y perdió casi toda su fortuna. “El dinero fue una maldición”, diría tiempo después.
Evelyn Adamas tendría una “suerte excepcional”. Ganó la lotería de Nueva Jersey en 1985 y en 1986. En un par de años se hizo de $5.4 millones de dólares, pero la riqueza vino acompañada de caos. Evelyn derrochó el dinero sin control alguno; hizo malas inversiones y terminó viviendo en un parque de casas móviles.
Michael Carroll era un trabajador de la basura en el Reino Unido. En el 2002 compró el boleto ganador de la lotería, $14 millones de dólares. En un abrir y cerrar de ojos pasó de la pobreza a la riqueza. Pero Michael gastó el dinero en fiestas, drogas, apuestas y autos de lujo. Enfrentó problemas legales, y en menos de 10 años acabó con su fortuna. Terminó trabajando en una fábrica de galletas.
En 1988, William “Bud” Post, ganó $16.2 millones de dólares en la lotería en Estados Unidos. Tan pronto se conoció la noticia, fue traicionado por personas cercanas. Su hermano contrató a un asesino para matarlo y quedarse con su dinero. Se endeudó por gastar más de lo que ganaba con el premio, y dijo que “desearía nunca haber ganado”. Murió sumido en deudas en el 2006.
Nada de lo que este mundo ofrece dará sentido a nuestra existencia. Muchas veces al obtener lo que tanto se desea, inicia en paralelo la espiral del sufrimiento y decadencia.
El apóstol Pablo dice que todos necesitamos a Cristo, porque en él está la plenitud que nuestra alma anhela, (Colosenses 2:10). Tener todo sin Cristo, es vivir en la miseria, desventura y ceguera, (Apocalipsis 3:17).
Solo en Cristo hay perdón de pecados y vida eterna. Él pagó el precio de tu paz en la cruz. Pídele que te salve y venga a morar a tu corazón y verás.