Según la revista Nature, entre un 20% y 30% de la población se identifica como una “Persona Altamente Sensible”, o “PAS”. Las PAS suelen batallar en diversos grados con luces, sonidos y aromas. Quienes padecen esta condición son identificados como “Orquídeas”, en clara referencia a la delicada flor. Personas así pueden sufrir situaciones muy estresantes o incluso caóticas si las condiciones o entornos no son adecuados.
Del otro lado del espectro estarían las personas menos sensibles, a quienes se les identifica como “Diente de León” en referencia a la planta que puede crecer en cualquier tipo de entorno. Aunque pertenecer a este grupo parecería mejor, la desventaja es que estas personas serían menos conscientes y empáticas.
Ser “Orquídea” o “Diente de León” tendría implicaciones en todas las áreas de nuestra vida. Un ejemplo que consigna la BBC en un interesante artículo esta semana, refiere que si bien los padres PAS “experimentaron inicialmente altos niveles de estrés, cuando sus bebés tenían nueve meses; también mostraron mejores estilos de crianza en comparación con aquellos que tenían bajos niveles de sensibilidad”.
Más allá de que te identifiques con alguno de estos dos grupos, o de que ni siquiera te haga sentido el establecer este tipo de categorizaciones, lo cierto es que todos nosotros lidiamos con un sinfín de cosas. En ocasiones nuestro problema no tiene que ver con la luz, sino con las tinieblas que se han apoderado de nosotros; no son los ruidos externos, sino los internos los que nos atormentan, y los aromas externos no son tan repugnantes como los que de nuestro corazón se desprenden.
Cualquiera que sea tu condición, hay remedio. El Omnisciente y Omnipresente Dios, no ha dejado de ser también Omnipotente. Es decir que para él no hay nada imposible. “Clama a mí y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”, promete el Señor en Jeremías 33.3.
Jesús sabe quiénes somos y con lo que lidiamos y aún así nos ama. Por eso pagó el precio de nuestra paz en la cruz del Calvario: “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados; el justo por los injustos para llevarnos a Dios”, 1ª. Pedro 3.18.
“Al que a mí viene, no le echo fuera” promete Jesús. Pídele que te perdone, salve y more en tu corazón.