No me había tocado ver la publicidad en televisión del nuevo programa CoDi, que no es otra cosa que un sistema de cobro digital que busca sacar de circulación al dinero físico de billetes y monedas.
La idea, amigo lector, puede ser buena y con beneficios claros, pero la pregunta es ¿para quién son los beneficios de hacer pagos electrónicos? En lo personal no me siento favorecido, pero el gobierno y las instituciones financieras parecen muy entusiasmados.
La intención de que todo lo paguemos con transferencia electrónica en una aplicación de celular busca (dicen) combatir el comercio informal, la evasión de impuestos, el lavado de dinero y las transacciones delictivas.
Se supone que al no haber dinero en billetes, la ruta para pagar un rescate por un secuestro, por ejemplo, tendría que ser un depósito electrónico de manera que sería relativamente fácil hacer un rastreo y dar con los delincuentes.
De la misma forma, el señor de los elotes, el puestero, las hamburguesas al carbón de la esquina, el bolero y la señora que vende ropa afuera de su casa o todos los mercaditos rodantes tendrían que tener cuentas de transferencias para vender y cobrar, lo que los obligaría a pagar impuestos.
Como todas las operaciones de compra-venta se registrarán en un fichero electrónico, quedarán los datos almacenados y disponibles, las grandes tiendas y bancos podrán saber quiénes y a qué hora compran cerveza, pagan hoteles de paso, compran medicamentos, cereal, refrescos y pasteles. Para ellos será mágico saber los datos reales de consumo en lugar de hacer costosos estudios de mercado probabilísticos.
Claro está, estimado lector, el uso de todos esos datos que incluyen su edad, ingreso y costumbres de consumo sería ilegal o cuando menos debería serlo.
En otras naciones donde el proceso de digitalización del dinero está más avanzada, existen muchos grupos de oposición a causa de lo que significa no manejar dinero en efectivo: la pérdida de la libertad.
La guerra contra el dinero en efectivo (war on cash) arrancó en Estados Unidos en busca de hacer una lucha contra la delincuencia organizada, para impedir el tráfico de maletines con “dinero sucio”. Por esta razón desde 1969 se suspendió la impresión de billetes de altas denominaciones y hoy hasta se cuestiona sacar de circulación a los de 100 dólares.
Para los detractores de estas medidas está claro que en el fondo la supuesta lucha contra la delincuencia no es más que un pretexto para hacer una alianza estratégica y hacer más poderosos a los consorcios informáticos, a los financieros y al gobierno: Silicon Valley, Wall Street y Washington.
Entiendo que parece una más de esas teorías de conspiración que andan circulando en las redes, pero estos detractores tienen datos concretos de que no es posible detener el crimen organizado con estos candados digitales, lo que es más, podría llegar una oleada de crimen digital que sería más difícil perseguirse.
En Europa existe la misma discusión sobre la desaparición del dinero físico.
“Hay que ser muy conscientes de que si todos los pagos se llegaran a realizar de manera electrónica se abriría la puerta al aumento del control y la vigilancia sobre todos y cada uno de los miembros de la sociedad”, ha reflexionado el vicepresidente ejecutivo del Instituto Coordenadas de España, Jesús Sánchez Lambás, quien ha asegurado que el dinero en efectivo es “un bastión de la libertad individual y un pilar del Estado y de la soberanía europea que no puede desaparecer o ser objeto de implacable persecución”.
Así es, el tema es soberanía, libertad y seguridad, y ya ni hablemos de los problemas posibles de que se caiga el sistema o lo hackeen y nos quedemos sin dinero o sin forma de hacer compras.
En este tema parece haber más dudas que certezas, porque estamos arrancando una transformación digital en un país con poca infraestructura técnica y con dudosa estructura legal, de manera que no está claro quién resultará beneficiado… o usted, ¿qué opina?
alejandro.gonzalez@milenio.com