Yo no tengo las respuestas, es más, no sé si he formulado las preguntas correctas o si las he hecho a las personas adecuadas. Sí, hay gente que ya no está, al menos una veintena de cuerpos enterrados en un área especial del cementerio y un montón más que simplemente desaparecieron. La ciudad es la misma pero sus habitantes, no…
Sí, entiendo, pero qué hago, ni modo que te invente una historia sobre mutilación de cuerpos o contrabando de órganos. Lo que he averiguado no me lleva a ningún lado y los hechos reales son las que ya conoces… Lo siento, es lo que hay...
Fernando colgó y aventó el teléfono al fondo de su mochila visiblemente molesto. El editor le pedía una historia y él se negaba a hablar de los hallazgos hechos por los agentes investigadores porque esa había sido la condición para compartirle los avances del caso.
Las novedades planteadas en su más reciente entrega eran en torno a las investigaciones en el parque luego de lo descubierto por los Bomberos.
“…Uno de los elementos subió por la escalera telescópica y bajó, la primera vez, con varios collares y correas de mascotas, algunos tenían placas metálicas de identificación y se presume que el reflejo de la luz solar en ellas fue lo que permitió localizarlas, de otra forma jamás las habrían encontrado, explicó el comandante en entrevista.
“Algo todavía más extraño sucedió cuando el Bombero se empecinó en volver a subir pero a la copa de un árbol mucho más alto, a unos seis metros de distancia del primero, porque dijo que había una especie de nido con extrañas formas que no podía describir desde su posición inicial. Al descender traía consigo un montón de desechos en una bolsa de plástico negra; más tarde el propio comandante confirmaría que se trataba de huesos y pieles de animales, perros y gatos en su gran mayoría.
“De acuerdo con la versión de quien hizo el terrorífico hallazgo, los restos se encontraban perfectamente acomodados dentro de un hueco en el tronco del árbol y, al fondo de este, había una especie de masa gelatinosa de la cual se tomó una muestra que fue enviada a los laboratorios centrales para ser analizadas.
“Horas después se emitió un comunicado para dar por cierta la primera versión y subrayar que solo eran restos de animales, que no había rastros humanos y que la sustancia hallada se trataba de ‘melaza de hormigas’, un líquido producido por estos insectos en un proceso similar al que hacen las abejas y que resulta ser una importante fuente de alimento para la colonia con la que además alimenta a las larvas y a la reina”.
Fernando no se sentía del todo satisfecho con la información proporcionada, pero si quería obtener más debía ceñirse al acuerdo con el comandante.
Alrededor de las 6 de la tarde recibió una llamada y la voz femenina al otro lado le sorprendió. Era Diana. Había visto la nota sobre lo del parque y necesitaba con urgencia hablar con él, le pidió encontrarse en una cafetería del centro. Aceptó de buena gana y, aunque preferiría una buena cerveza fría, no desdeñaba la oportunidad de encontrarse con la bella laboratorista donde fuese. Colgó después de despedirse.
No eran grandes amigos, pero era evidente que entre ambos había ciertas coincidencias y entendimiento pese a la diferencia de edad. Ella era más joven y un tanto retraída, él más sociable, solo un poco y como resultado de su actividad periodística. Era un tipo solitario con un divorcio a cuestas y un amigo desaparecido. Colgó su inseparable mochila al hombro con una chamarra ligera y salió dispuesto a caminar las seis cuadras que le separaban del lugar de la cita.
Se encontraron en el lugar convenido pero no entraron. Luego del saludo, antes de él poder decir nada, ella empezó a hablar. Le recordó su trabajo como laboratorista y su temporal servicio en la improvisada morgue del albergue, así como los hechos de aquella madrugada.
“Ese día, después de la balacera, recolectamos algunas muestras de una sustancia que salía de los cuerpos y creo que habían hallado la misma en otro lado, aunque no recuerdo dónde. El punto es que enviamos las muestras a la central y cuando llegaron los resultados no me parecieron extraños porque los elementos identificados eran comunes, ya sabes, aminoácidos, vitaminas, proteínas y demás, nada fuera de lo normal, excepto por algo: había altas cantidades de ‘honeydew’”.
Ella guardó silencio en espera de la reacción del hombre, pero este parecía no darse cuenta del hecho.
“¡Era miel de formicida!, ¡miel de hormigas, Fernando!, ¡lo mismo que había allá arriba en el árbol! ¿Te das cuenta? Eso quiere decir que lo mismo que mató a esos animales atacó a esas personas o que los descuartizaron y se alimentaron con ellos”.
No hay hormigas de ese tamaño…