La dignidad nacional está por encima de filiaciones partidistas, sostuvimos hace una semana al señalar que existen simpatizantes morenistas de Donald Trump y abominadores de Joe Biden, cuando los intereses de Estados Unidos son los mismos.
Los mexicanos nacimos desunidos desde la independencia a pesar de que adoptamos la denominación oficial Estados Unidos Mexicanos, imitando a los Estados Unidos de América.
Hace casi un siglo empezó la influencia norteamericana en México con el ministro plenipotenciario Joel Poinsett, creador de la Logia Yorkina.
Poinsett fue el representante en México del presidente James Monroe, quien en 1820 se reeligió como candidato del Partido Demócrata-Republicano, célebre por la frase “América para los americanos”.
Entonces, yorkinos mexicanos simpatizaban con Monroe porque se oponía a los intentos de España y de otras potencias europeas de restablecer su dominio en el continente. Pero el dominio más inminente vino del norte.
Poinsett reclutó como yorkinos a ingenuos patriotas como Guadalupe Victoria y Vicente Guerrero, y al traidor separatista de Texas, Lorenzo de Zavala, primer vicepresidente de esa república y compañero de Sam Houston.
En 1848, la derrota ante el invasor norteamericano nos ha dejado una huella profunda. Cómo olvidar la imagen de la bandera de las barras y las estrellas ondeando en Palacio Nacional.
Al respecto, el historiador Reynaldo Sordo Cedeño examina la invasión en el ensayo México en Armas 1846-1848:
“La guerra de México con Estados Unidos de América es un acontecimiento central en nuestra historia. Ella definió nuestro espacio, dejó una lección dramática para la generación que la vivió y creó en los mexicanos una actitud de recelo y desconfianza hacia los norteamericanos”.
El autor cita a Mariano Otero sobre este nefasto acontecimiento:
“El hecho de que un ejército extranjero de diez a doce mil hombres haya penetrado desde Veracruz hasta la capital de la República, y que, con excepción del bombardeo de aquel puerto, la acción de Cerro Gordo y otras acciones... puede decirse que no ha hallado enemigos con quién combatir en su largo tránsito al atravesar tres de los más importantes y poblados Estados de la federación mexicana con más de dos millones de habitantes” (Consideraciones sobre la situación política y social de la República Mexicana en el año de 1847, Editorial Porrúa).
Al buscar diversas causas de la derrota, entre malos militares, Santa Anna y ejército sin disciplina, el historiador indica que la principal fue 25 años de anarquía política y que, en varias ocasiones, se antepusieron los intereses de partido a los de la nación.
En el momento clave del enfrentamiento con Estados Unidos, advierte el experto, el país pasó del centralismo a un régimen militar que coquetea con la monarquía, a una república federal, en la que finalmente puros y moderados hundirían al país, precisamente cuando se necesitaba unidad.
Coincido con el doctor Sordo Cedeño: el conflicto político interno fue la causa determinante de la derrota frente a Estados Unidos.
Por eso, no caigamos en el error de ser trumpistas o bidenistas, liberales o conservadores, en la relación con EU. Lo que importa es la unidad nacional, supremo interés de la nación.
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@AGutierrezCanet