Ayer se inauguró en el Instituto Cultural de México en Washington la exposición 100 años de caricaturas de El Universal, decano de la prensa capitalina.
Con más de un siglo de fundado, el diario goza de un linaje inigualable de grandes caricaturistas: periodistas que también son artistas, que usan la pluma para dibujar.
Una caricatura es más temida que una columna. Los políticos saben que el ácido de un cartón es más devastador que el sesudo argumento de un artículo.
Dicen que el presidente José López Portillo se indignó tanto por un cartón de Rogelio Naranjo que en 1982 ordenó suspender la publicidad a Proceso.
La constelación en El Universal inició con J. M. Peña en 1916 con una caricatura en primera plana, a ocho columnas, de los candidatos constitucionalistas.
La tradición continúa hasta Helio Flores, quien ayer satirizaba la frase presidencial “Mexicanos felices, felices, felices”, ante el júbilo de ex presidentes porque dijo que no los va a investigar.
En la exposición destacan Andrés Audiffred, caricaturista de los años 30, creador de personajes populares como El señor Pestaña. Una tira cómica describe el triunfal regreso del planeta Marte a Venecia, donde Pestaña es aclamado por los italianos.
Parte de la muestra está dedicada al personaje emblemático del Tío Sam y las relaciones México-Estados Unidos.
En 1960, Rius publicó un cartón donde el Tío Sam, humillado, trata de entrar a México después del triunfo de la revolución castrista, mientras Adolfo López Mateos declara que México es para los mexicanos.
David Carrillo reflejó en los 60 el fenómeno migratorio así: uno de los migrantes le dice a otro que se requieren 500 dólares para cruzar la frontera sur, y el otro responde que aún falta la del norte.
De esa misma época, Antonio Arias Bernal muestra a braceros corriendo rumbo a Estados Unidos, debido a la miseria en el campo mexicano, mientras que el gobierno es representado por un avestruz con la cabeza metida en el hoyo.
Rogelio Naranjo muestra a un Jimmy Carter jubiloso, al tiempo que indocumentados están atrapados en una cerca de alambre.
La ironía de Efrén es plasmada en un cartón de un sonriente Ronald Reagan que detrás de su dentadura, en forma de barrotes, tiene atrapada a la paloma de la paz.
Boligán expone un retrato humorístico de Barack Obama, logrado con unas cuantas líneas y sobria composición, propia de un maestro del dibujo.
No podía faltar el mismo Donald Trump. Kemchs dibujó un genial cartón: alambradas de púas conformadas con las letras “Trump”, repetidas una tras otra, la púa de la te hacia arriba, y la de la pe, hacia abajo. Esperemos que al presidente no se le ocurra copiar el diseño de Kemchs.
Al mirar los cartones publicados desde los 60 hasta la fecha, el tema migratorio siempre ha estado presente en la agenda con Estados Unidos. Se complicó con el incremento de la migración centroamericana, contenida hasta ahora.
Al final de la exposición, hay una caricatura de Naranjo que representa a “Un joven corresponsal mexicano en Washington” leyendo el diario The Washington Post. En un pequeño pie de foto se lee: “A. Gutiérrez y Naranjo en Georgetown”, recuerdo de una noche de 1975 en que fueron a escuchar jazz al Blues Alley.
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