Joe Biden cambió la cruel política migratoria de Donald Trump por una de trato humano y, sin embargo, existen señales contradictorias en ambos lados de la frontera por problemas ideológicos y de comunicación.
El presidente de Estados Unidos cometió el error de lanzar prematuramente mensajes que fueron malinterpretados como de puertas abiertas, lo que contribuyó a alentar la reciente ola de migración indocumentada.
Donald Trump criminalizó a los migrantes mexicanos como violadores y asesinos, mientras que Biden impulsa una política para regularizar a millones de indocumentados, incluyendo a seis millones de mexicanos, lo cual será muy difícil lograrlo sin el apoyo de los congresistas republicanos.
El presidente Andrés Manuel López Obrador utiliza un lenguaje paradójico: con Trump por primera vez cedimos soberanía al militarizar las fronteras debido a las presiones del republicano, que amenazó con imponer aranceles si no lo hacíamos y, a pesar de todo, le dio un trato de amigo y de respeto mutuo.
Ahora, nuestro mandatario declara que con Biden no somos colonia, al tiempo que refuerza el despliegue de militares en ambas fronteras, justo cuando Biden, desesperado por la ola migratoria, prometió enviar vacunas a México contra el covid-19.
¿Mera casualidad? ¿Cálculo político? ¿Actos generosos? Sea como sea, México tiene en sus manos una inmoral arma de negociación con Estados Unidos: los migrantes centroamericanos.
Por primera vez en su historia, México utiliza la llave militar para abrir o cerrar la puerta a los migrantes nacionales o extranjeros que tratan de ingresar a Estados Unidos para lograr evitar un daño o lograr alguna ventaja, lo cual proporciona a nuestro país una herramienta estratégica, de alto impacto en la política interna estadounidense.
Guardadas las diferencias, Fidel Castro abrió el puerto de Mariel para permitir en 1980 el éxodo de miles de cubanos “indeseables” a Miami, hecho considerado como una ofensa por los electores estadounidenses, lo que contribuyó a la derrota electoral de Jimmy Carter.
La política migratoria de México estaba basada en una interpretación apegada al artículo 11 de la Constitución Política, de respeto a la libertad de tránsito, imposible de practicar por no ser realista:
“Toda persona tiene derecho para entrar en la República, salir de ella, viajar por su territorio y mudar de residencia, sin necesidad de carta de seguridad, pasaporte, salvoconducto u otros requisitos semejantes”. Derecho que está subordinado a las autoridades judicial y administrativa, pero no a la militar.
Al respecto, Miguel Carbonell, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, cuestionó en un estudio publicado en 2012 las detenciones practicadas por el Ejército por ser “completamente inconstitucionales”, pues según el artículo 129 constitucional, “en tiempos de paz, ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que tengan exacta conexión con la disciplina militar”.
México utiliza la llave militar para abrir o cerrar la puerta a los migrantes
De ahí que las tareas migratorias encomendadas al Ejército y a la Marina, que son de carácter civil, podrían ser declaradas inconstitucionales por la Suprema Corte de Justicia.
La patriótica defensa de las instituciones y de la soberanía que ejercen las fuerzas armadas no debe estar supeditada a razones ideológicas, sino al estricto apego a la Constitución.
Pero mientras no cambie el orden constitucional, por obsoleto que sea, debe respetarse por todos los poderes de la Unión. _
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@AGutierrezCanet