Hace 500 años murió el imperio mexica y surgió la nación mexicana.
Es un error histórico afirmar que los españoles conquistaron México, pues lo que conquistaron fue el imperio azteca. México no existía antes de 1521. La nación que hoy llamamos México no se entiende sin la raíz indígena ni el origen español que son indisolubles.
Al fundar la majestuosa urbe de México-Tenochtitlan, los mexicas invadieron las tierras de los primeros pobladores en las riberas del lago, y se enfrascaron en las llamadas Guerras Floridas contra Texcoco y otros pueblos vecinos.
El imperio mexica estaba concentrado en Mesoamérica. No abarcaba el actual territorio mexicano del norte poblado por seris, mayos y yaquis, ni había una unidad política al existir pueblos rebeldes como los tlaxcaltecas, texcocanos y purépechas.
Hablar de la conquista de México es una contradicción conceptual: ¿cómo se puede conquistar a sí mismo una nación que nació después de la fusión española con la indígena, como si México-Tenochtitlan se hubiera congelado hace cinco siglos sin haberse transformado?
La mal llamada conquista de México supone que nuestro país dejó de existir con la caída de Tenochtitlan. El tiempo se quedó congelado. Y si hacemos caso al actual revisionismo histórico, los mexicanos padecemos una especie de amnesia de tres siglos del Virreinato de la Nueva España, cuando apenas llevamos dos centurias de vida independiente.
Hernán Cortés al mando de unos 500 soldados españoles, jamás hubiera derrotado al poderoso imperio mexica sin la coalición que formó con miles de indígenas, enemigos de los aztecas.
A la caída de México-Tenochtitlan, Hernán Cortés se establece en Coyoacán, donde funda el segundo ayuntamiento, después del que estableció en Veracruz, primero para legitimar su autoridad política y militar en nombre del emperador Carlos V y segundo para neutralizar a su enemigo, el gobernador de Cuba, Diego Velázquez.
Coyoacán se convirtió provisionalmente en la capital de la Nueva España, mientras se iniciaba la construcción de la nueva Ciudad de México sobre las ruinas prehispánicas siguiendo el modelo renacentista: calles trazadas en líneas rectas, manzanas en cuadrícula, para conformar plazas y jardines simétricos que hoy subsisten en el centro histórico: desde el Zócalo hasta la Alameda.
Los castellanos en Tenochtitlan hicieron lo mismo que llevaron a cabo en Andalucía al expulsar a los moros, es decir, construir iglesias cristianas sobre templos paganos como en la mezquita de Córdoba. Así, la virgen de Guadalupe sustituyó a Tonantzin en el Tepeyac. Antigua costumbre universal que practicaron los cristianos sobre los romanos y a su vez los romanos sobre los griegos, que se remonta a los tiempos más remotos.
Así nació y creció a principios del siglo XIX la gran ciudad de los palacios, como la llamó el explorador prusiano Alexander Humboldt.
En Coyoacán Hernán Cortés escribió la carta de relación dirigida al emperador Carlos V, comunicándole el establecimiento de la Ciudad de México como la capital de la Nueva España.
El Marqués del Valle de Oaxaca dispuso en su testamento que sus restos reposaran en Coyoacán, voluntad que no ha sido cumplida. Según los historiadores, la razón se debe a que nunca se construyó en ese lugar el convento de monjas que había dispuesto Cortés.
De todos modos, ojalá alguna vez se cumpla la voluntad postrera del fundador de la nación mexicana, como lo llamó José Vasconcelos, de reposar finalmente en Coyoacán.
@AGutierrezCanet