Al presidente Andrés Manuel López Obrador se le puede salir de control la prematura carrera presidencial de 2024 con graves consecuencias para su herencia política.
No se trata del arraigado y frívolo entretenimiento que tanto fascina a los mexicanos de especular sobre quién será el próximo presidente.
Se trata de la decisión más trascendental de AMLO que asegure la continuidad de su legado en la transformación de México.
Si López Obrador se equivoca de candidato presidencial todo el cambio se habrá perdido. No se puede equivocar otra vez como lo hizo cuando apoyó a Mario Delgado a la presidencia de Morena.
Delgado debe renunciar. No puede conducir con imparcialidad la contienda interna porque está identificado con uno de los tres aspirantes (Marcelo Ebrard) y fue impugnado por un consejero cercano al presidente (Paco Ignacio Taibo II) por no practicar la democracia.
A AMLO hay que entenderlo más por lo que hace que por lo que dice.
Dice que no tiene preferido o preferida cuando al mismo tiempo le levanta la mano a Claudia Sheinbaum, la jefa de Gobierno de Ciudad de México, y la sienta a su derecha como invitada de honor en 11 actos de gran visibilidad con motivo de las fiestas patrias septembrinas.
Aunque trata de compensar con repetidos elogios a Marcelo Ebrard a nadie ha dado el trato de cercanía y afecto como a Sheinbaum.
Claudia sería la primera mujer al frente de la nación, auténtica de izquierda, honesta, inteligente, aunque le falta carisma y manejo político.
Pesan más las imágenes que las palabras. Lo saben bien el Presidente y los aspirantes.
Astuto político, AMLO provoca el nerviosismo de los otros dos contendientes, Ebrard y Ricardo Monreal, atrapados en el perverso juego de buscar el punto medio entre jurar lealtad a su jefe y jugar con dados cargados en su contra por la candidatura de Morena.
Los tres competidores dependen de la voluntad de AMLO, ninguno tiene la popularidad del Presidente, pero todos enfrentan el reto de demostrar quién es el más leal a su jefe.
En el termómetro del elogio presidencial es notoria la preferencia por Sheinbaum, sin descuidar a Marcelo Ebrard en un segundo plano, pero con los factores externos, los imponderables, las circunstancias imprevisibles, todo puede cambiar de ahora a tres años, y esa sería la oportunidad de Ricardo Monreal, hoy en tercer lugar.
El riesgo para López Obrador es que no controle bien el proceso sucesorio y termine gestando el huevo de la serpiente, “a través de cuya fina membrana se puede distinguir el pequeño reptil ya formado” (expresión de José Luis Callaci, periodista costarricense sobre la película de Ingmar Berman).
Marcelo Ebrard, a quien el mandatario conoce muy bien, tiene preparado su plan en caso de no ser candidato de Morena.
Ebrard ha sido miembro de cinco partidos: PRI, Partido del Centro Democrático, PRD, Movimiento Ciudadano y Morena. Ahora seguirá el Verde.
Ebrard negocia alianzas con el Partido Verde para lanzarse como candidato “ecologista” y de esa forma sería un candidato de oposición a Morena en 2024.
La oposición real no está fuera, sino dentro de Morena, en gresca permanente por la obtención de cargos, como lo denunció Taibo.
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@AGutierrezCanet