En la columna intitulada “Descalabro de México en España” sobre las relaciones bilaterales concluimos con pesimismo:
“Habrá que esperar a 2024 para restaurar y elevar el nivel de las relaciones con la madre patria”.
El pesimismo fue refrendado ayer por el mismo presidente Andrés Manuel López Obrador: “Entonces, vale más darnos un tiempo, una pausa. A lo mejor ya cuando cambie el gobierno ya se restablecen las relaciones y yo desearía, ya cuando no esté yo aquí, que no fuesen igual como eran antes”.
El Presidente hablaba ayer en su conferencia de prensa sobre cómo los gobiernos anteriores permitieron que grupos de empresarios usaron las energías limpias para hacer negocios sucios, cuando de repente, sin que nadie le preguntara, dirigió sus baterías hacia el gobierno y empresarios españoles.
Se supone que la relación con el gobierno de España se había normalizado después de que otorgó el beneplácito a Quirino Ordaz, cuatro meses después, inusual tardanza, clara señal de malestar de los españoles por las constantes críticas de López Obrador a España, desde la Conquista hasta el “saqueo”.
El beneplácito fue resultado de las gestiones diplomáticas, el 10 de enero en la sede de la Secretaría de Relaciones Exteriores, entre el secretario de Estado para Iberoamérica y el Caribe, Juan Fernández Trigo, y la subsecretaria Carmen Moreno.
Se supone que el tácito entendimiento alcanzado era que México se moderaría en sus expresiones públicas, a cambio del beneplácito, y comenzar a normalizar las relaciones, como el mismo mandatario encomendó al ex gobernador de Sinaloa.
En estas nuevas circunstancias, Quirino Ordaz debería declinar el encargo diplomático antes de ser ratificado por el Senado, pues no tiene caso ser embajador de México “en pausa” si ya no hay nada que hacer en Madrid.
En consecuencia, nuestra embajada podría descender a nivel de encargado de negocios hasta 2024, mientras que España mantendría el actual nivel de embajador dada la relación estratégica con México.
López Obrador tiene razón de que hubo contubernios en los gobiernos de Fox con Iberdrola, de Calderón con Repsol y de Peña Nieto con OHL, entre otras empresas españolas. Es cierto que él los denunció cuando era líder opositor, pero ahora que es presidente tiene la responsabilidad de presentar las pruebas y consignar a los responsables, tanto mexicanos como españoles, de conformidad con nuestras leyes, pero los responsables siguen impunes.
Si bien los agravios empresariales deben subsanarse y someter a la justicia a los funcionarios corruptos mexicanos, no deberían afectar las relaciones diplomáticas con España de algo que sucedió hace años. La culpa es de los pasados gobiernos mexicanos en contubernio con empresarios españoles.
Pero mientras las mañaneras distraen al público, en la realidad continúan los negocios del sector energético entre México y España.
Hace solo tres días se anunció que la CFE adjudicó un contrato por 335 millones de dólares a la empresa española Técnicas Reunidas, para el desarrollo de dos ciclos combinados de gas natural en Yucatán con el fin de suministrar energía al Tren Maya.
Mucho ruido y pocas nueces.
Agustín Gutiérrez Canet
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@AGutierrezCanet