El mito de Sísifo es un ensayo clásico de la Filosofía del Absurdo. Escrito por Albert Camus en 1942, es lectura obligada de los estudiosos de la ciencia de la sabiduría; el título fue adoptado de aquel episodio de la mitología griega en el que Sísifo, que era el Rey de Éfira (Corinto), hijo de Eolo, dios del viento, víctima de su impiedad, fue castigado por Zeus, el rey de los dioses, a llevar a cuestas, montaña arriba, una enorme piedra para hacerla llegar a la cumbre, pero cuando llegaba al fin, después de tanto esfuerzo, la piedra rodaba por el otro lado y Sísifo tenía que empezar de nuevo la tarea para, otra vez cuesta arriba en esa condena perpetua.
El título de la obra y el episodio de la mitología, encuentran analogía con el triste caso de Ayotzinapa, un moderno mito de Sísifo.
La crueldad se ha extendido más allá de las propias víctimas, los estudiantes, y ha comprendido a sus familias, a los investigadores, a los buscadores, a los militares involucrados, algunos todavía huyendo, otros encarcelados quizá indebidamente y para colmo, quien fuera personaje importante de la actual administración pública federal, Alejandro Encinas, criticado y cesado en sus funciones, cuestionado, censurado y estamos donde empezamos en 2014.
Lo cierto es que ni el gobierno del presidente Peña Nieto, ni el gobierno del presidente López Obrador, pudieron encontrar a los verdaderos responsables, y se perdieron en los vericuetos filosófico-jurídicos de la verdad histórica, la verdad jurídica, la verdad real.
El punto central no es encontrar la verdad de cómo sucedieron los hechos de aquella infausta noche en donde los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Isidro Burgos” pretendían trasladarse a la Ciudad de México para participar en una marcha conmemorativa del 2 de octubre, sino encontrar a los responsables de su muerte e imponerles las sanciones que les correspondan, lo que muy probablemente nunca llegará a suceder, como pasó exactamente con los casos de la muerte del Cardenal Posadas, la de los migrantes en San Fernando, las explosiones del 22 de abril en Guadalajara, el colapso del techo de la Enrique Rébsamen, la caída de la Línea 12 del metro, el caso de la guardería ABC, y tantos otros que quedarán impunes.
La presidenta siguiente volverá a empezar a llevar la pesada roca cuesta arriba y pasará su sexenio y quedaremos donde mismo, repartiendo culpas, castigando inocentes, incumpliendo promesas, exacerbando los ánimos y los responsables del caso de Ayotzinapa quedarán impunes. El mito de Sísifo, ni más ni menos.