Nexos

Señas particulares

Un acto de presencia y recordatorio genuino remodelan aquí la perspectiva sobre el caso de Debanhi Escobar, otro más que no deberíamos olvidar.

Por: Elisa Díaz Castelo

Ilustración: Gala Navarro, cortesía de Nexos

Me cuesta trabajo quitar la vista de la foto (una mujer sola a la mitad de la carretera, de la noche) y, cuando lo logro, no dejo de pensar en ella (el viento traducido al movimiento de su falda, de su pelo). Unas horas después, la mujer de la imagen (congelada en su sitio para siempre) moriría en un motel de paso y trece días más tarde su padre encontraría su cadáver en una cisterna subterránea. Pero ahora ahí está ella, detenida, mirando algo que queda fuera de la imagen. Pienso que esa línea recta que sugiere su mirada y se proyecta hacia el infinito, hacia más allá de las orillas de la foto, instaura un punto de fuga alternativo, siniestro. Punto de fuga, punto de desaparición. Walter Benjamin dijo que la fotografía es violenta, no necesariamente por su contenido, sino porque “cada vez llena a la fuerza la vista y porque nada en ella puede ser rechazado ni transformado”. No hay forma de consolar esta imagen. Aunque la llamemos por su nombre, Debanhi no volteará a vernos. Seguirá aquí, en esta imagen reproducida una y otra vez en las redes sociales, será para siempre sus dieciocho años, la noche de su asesinato. Y no podemos acompañarla en su mirada, saber lo que vio.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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