Por: Santiago Palmas
Ilustración: Oldemar González, cortesía de Nexos
El papel que juegan las matemáticas, la estadística y la inferencia es tan relevante que todo un país se mueve (o en este caso se confina) por la elección de ciertos modelos estadísticos y a partir de la definición de ciertas cotas numéricas que se consideran como aceptables. Conceptos usualmente empleados en grupos cerrados de académicos están siendo comunicados, analizados, cuestionados y —en cierta medida— comprendidos por parte de la sociedad en general. Este nuevo acercamiento al discurso matemático ha generado cambios en el comportamiento de las personas, cuyos argumentos (ahora matemáticos) son usados para tomar ciertas decisiones. Lo anterior ocurre, a veces, en contra de las normas establecidas; a veces siguiéndolas, pero en ambos casos con argumentos que atraviesan alguna idea matemática. Quizá este giro sociopolítico pueda estremecer un poco los pilares de la educación disciplinar escolar y derribar la idea de que lo que se tiene que enseñar son conceptos, procesos o habilidades matemáticas independientemente de quién y para qué las practique, sin reflexionar los valores atribuidos al sujeto practicante de las matemáticas, como lo haríamos con cualquier otra disciplina.