Por: Enrique Camacho Beltrán
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
Sospecho que, en México, las instituciones de educación superior y de posgrado dedicadas a las ciencias sociales, así como los centros de investigación, sufren de un mal que se llama colonialismo cultural. Quizás una manera fácil de entender este mal es recordando el reclamo que Pranoti Surve —una connotada analista de inteligencia y seguridad india— publicó en Linkedin. Surve reclamaba que las y los especialistas en seguridad que no son originarios de Norteamérica y Europa, y que son excelentes en su trabajo, no son apreciados por la comunidad de especialistas de los países desarrollados. A pesar de su excelencia, sólo los toman como fuentes de información; pero nunca realmente como analistas. El análisis de los datos recabados por las fuentes locales es siempre elaborado por especialistas norteamericanos y europeos. El reclamo de Surve destaca que los especialistas de los países desarrollados piensan que los científicos sociales de los países en desarrollo están mejor situados para entender e interpretar los hechos porque han crecido y vivido en esos lugares, pero no están preparados o capacitados para analizar la información con fines prospectivos y normativos. En este caso, el término colonialismo cultural trata de ayudarnos a entender como un problema que la discusión acerca de cómo deberían ser las cosas para afrontar los grandes problemas políticos, económicos y sociales, se lleva a cabo entre pares de Norteamérica y Europa; pero, en esa discusión, los especialistas originarios de los otros países sólo contribuyen como fuentes de información.